La música, ¿acompañamiento de toda actividad?
Esa necesidad de escuchar música permanentemente nos demuestra la incapacidad del hombre moderno para alegrarse con la serenidad y entenderla, no como algo negativo, como una simple ausencia, sino como una presencia y como una condición para cualquier otra presencia real.
Poco a poco, la experiencia elemental de vivir interiormente y la belleza de ese ensimismamiento han desaparecido, simplemente, de nuestra cultura moderna: si no hay televisión, entonces hay música. Así, la música ha dejado de ser algo para escucharse, convirtiéndose rápidamente en una especie de fondo sonoro para conversar, leer, etc.
De hecho, esa necesidad de escuchar música permanentemente nos demuestra la incapacidad del hombre moderno para alegrarse con la serenidad y entenderla, no como algo negativo, como una simple ausencia, sino como una presencia y como una condición para cualquier otra presencia real.
Si el cristiano del pasado vivió, en gran medida, en un mundo tranquilo que le ofrecía vastas posibilidades de meditar y ensimismarse, el cristiano de hoy debe hacer un esfuerzo sobrehumano para reencontrar esa esencial dimensión de paz que nos pone en relación con cosas más elevadas.
(Traducido de: Alexander Schmemann, Postul cel Mare, Editura Doris, p. 130)