Palabras de espiritualidad

La música de alabanza libera la mente de todo lo terrenal

    • Foto: Elisei Roncea

      Foto: Elisei Roncea

El propósito de la música es el de liberar la mente de todo lo terrenal y corrupto, llevándola a unirse con los Cielos, con Dios.

La música salmódica debe ser apreciada a través del prisma de aquellos que la han perfeccionado, para que también nosotros podamos entender y vivir, en verdad, su misterio en la Iglesia. La música no debe atrapar la mente del hombre con la belleza de sus sonidos, tal como hacían las sirenas con los navegantes que pasaban cerca de ellas. Al contrario, su propósito es el de liberar la mente de todo lo terrenal y corrupto, llevándola a unirse con los Cielos, con Dios. Dicho de otra manera, la música debe volverse un puente de amor hacia la eternidad, una oración perseverante, de tal forma que nuestro mundo se transfigure con la luz de la Resurrección: Cristo Resucitó de entre los muertos, pisoteando la muerte con su muerte, y otorgando la vida a los que yacían en los sepulcros”.

La madre Gabriela, una monja griega, decía: “Si hubiera sido pintora, me habría gustado crear un lienzo fantástico: un camino infinito, lleno de luz y ángeles. Pero los más bellos misterios otorgados por Dios ni siquiera han sido escritos, ni pintados, ni cantados. Han permanecido y permanecerán, a través de los tiempos, solamente en el alma, en el corazón y en el espíritu de quienes los han gustado. (Esos misterios) no se han manifestado en este mundo, sino sólo en el mundo de lo etéreo, porque el hombre, tan lleno de perversiones, no tiene los medios necesarios (para ello)”.

Quedo con la esperanza de que sabremos ofrecerle al Señor nuestro corazón, en cuyo centro vive, en misterio, un pensamiento de palabra y canto: “Al Señor quiero cantar toda mi vida, salmodiar para mi Dios mientras yo exista.” (Salmos 103, 34)

(Traducido de: Ieromonah Luca Mirea, Crâmpeie de gând și cuvânt, Editura Predania, București, p. 11)

 

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