La necedad de la arrogancia
¿Acaso te jactas de la belleza de tu físico? Te invito a que vayas al cementerio, y ahí verás en dónde termina toda la belleza del cuerpo.
¿De qué te envaneces, hombre, de dónde viene todo ese orgullo tuyo? Quien se ensalza, lo hace con lo que es suyo, no con lo que pertenece a otros. ¿Y qué es tuyo, para que puedas envanecerte tanto? ¿Qué tienes tú, fuera de lo que se te ha prestado y que al final deberás devolver al que te lo dio?
¿Acaso te jactas de la belleza de tu físico? Te invito a que vayas al cementerio, y ahí verás en dónde termina toda la belleza del cuerpo. ¿O presumes de tus ojos y tu boca? ¡Quién sabe cuántas veces te has sacudido aburrido el polvo de los zapatos, sin pensar que eso es lo que queda de los ojos y las bocas de aquellos han pasado por el camino que tú ahora recorres!
¿O te envaneces con tus riquezas? ¡Piensa de quién no fueron y de quién no serán! ¿O te pavoneas por tus joyas: diamantes, brillantes, rubíes y topacios, esmeraldas y perlas? Cuando te arrojen a la fosa, no importará si en el cuello tienes collares de perlas o un puñado de bellotas, si te llenan los bolsillos con diamantes o simple ceniza, o si te cubren el cuerpo con terciopelo o mimbre. Aunque no lo quieras, todos tus préstamos terrenales habrán de volver al polvo. ¿Para qué, entonces, te jactas de lo que se te ha prestado?
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Prin fereastra temniței, Editura Predania, 2009, p. 63)