La necesidad de luchar hasta el final
Si el hombre está en paz con sus pasiones, ¿para qué habría de querer vencerlas? Sólo en donde hay oposición hay lucha, y en donde hay lucha, allí también hay coronas para el vencedor. En consecuencia, si alguien quiere librarse de la amarga esclavitud de las pasiones, que empiece a luchar contra el enemigo.
Es nuestro deber orar sin cesar al Señor, para alzarnos más allá de la embestida de los demonios. Porque estos nos atacan no sólo cuando estamos en paz y solos, sino también cuando nos reunimos en la Casa del Señor, tentándonos a observar con insolencia y sin rubor a quienes allí se hallan congregados, sugiriéndonos aún los pecados más repugnantes y convirtiendo nuestra mente en una mezcolanza de pensamientos, con tal de apartarnos de los misterios de Cristo. Pero, si sabemos cuidar lo que vemos y concentrarnos en tener una mente juiciosa, terminaremos venciendo esos embistes, con el auxilio de la Gracia. En verdad, debemos cuidar mucho de nuestro corazón y nuestros sentidos, porque la lucha es importante y los ataques del enemigo no se detienen. Por tal razón, no debemos renunciar a la lucha, rechazando los pensamientos que nos envía el maligno, para que se disipen. El Señor conoce al que nos tienta y sabe bien cuántas flechas ardiendo arroja a nuestro corazón. Mas, dignos son los que saben luchar, porque, estando atentos, no renuncian al combate. Porque, si el hombre está en paz con sus pasiones, ¿para qué habría de querer vencerlas? Sólo en donde hay oposición hay lucha, y en donde hay lucha, allí también hay coronas para el vencedor. En consecuencia, si alguien quiere librarse de la amarga esclavitud de las pasiones, que empiece a luchar contra el enemigo.
(Traducido de: Sfântul Efrem Sirul, Din cuvintele duhovniceşti ale Sfinţilor Părinţi, Editura Arhiepiscopiei Sucevei şi Rădăuţilor, 2003, p. 165)