Palabras de espiritualidad

La obediencia a Dios nos lleva a la salvación

    • Foto: Constantin Comici

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En verdad, la sumisión a la voluntad divina representa adorar en espíritu y verdad al Padre Celestial.

Es necesario extirpar todos los perniciosos retoños de las veleidades, para injertar en las ramas de nuestro ser interior la voluntad de Dios, por la cual corre la savia del Espíritu Santo, misma que trae los frutos del Espíritu: amor, alegría, paz, paciencia, bondad, generosidad, lealtad, mansedumbre, templanza. Sólo así podremos mantenernos en la santidad, venciendo la ‟pasión de los apetitos”. Y si se trata de cerrar la boca de los que hablan con insensatez, hagámoslo únicamente por medio de las virtudes mencionadas.

Y si, de acuerdo a lo que dice la Escritura, “la rebelión es semejante al pecado de la hechicería y la desobediencia”, similar a la idolatría, con toda certeza la obediencia constituye un vínculo directo con el Espíritu Santo, y no con el espíritu del maligno. En verdad, la sumisión a la voluntad divina representa adorar en espíritu y verdad al Padre Celestial, no al padre de la mentira que mora en los ídolos. Y tal como un torrente de agua, gracias a que es contenido por dos orillas de tierra, no se pierde ni se agota, sino que llega a la inmensidad del mar, así también el espíritu humano, gracias a la sumisión y obediencia a Dios y a Sus santos, llega íntegro al puerto de la salvación, a la vida eterna.

(Traducido de: Arhimandritul Paulin Lecca, Adevăr și Pace. Tratat teologic, Editura Bizantină, București, 2003, p. 109)