La obediencia, una virtud necesaria
No importa si es inteligente o no, si está sano o enfermo espiritualmente y físicamente; si ese estado lo atormenta con pensamientos negativos, pero el hombre aprende a ser obediente, queda libre de su tormento. La obediencia, pues, es una liberación.
La obediencia ayuda mucho. Aunque no sea un gran intelectual, si el hombre aprende a obedecer, se vuelve filósofo. No importa si es inteligente o no, si está sano o enfermo espiritualmente y físicamente; si ese estado lo atormenta con pensamientos negativos, pero el hombre aprende a ser obediente, queda libre de su tormento. La obediencia, pues, es una liberación.
La base espiritual de esto es el humilde reconocimiento de haber errado y evitar justificarse, sabiéndose culpable y aceptando las amonestaciones de los demás. El hombre que se justifica no crece espiritualmente y tampoco tiene paz. Dios no nos “ejecutará” por haber cometido un error, pero tampoco tenemos que justificarnos por esa falta ni considerar la justificación como algo normal. Es como si levantáramos un muro que nos separa de Dios, con el cual rompemos todo vínculo con Él.
El egoísta más grande es aquel que se deja guiar por sus propias ideas, sin consultar con nadie. Actuando así, se está destruyendo a sí mismo. Puede que la persona sea muy inteligente, pero si obedece solamente a su propia voluntad y además está llena de confianza y amor por sí misma, todo el tiempo sufrirá. Se equivocará una y otra vez, y se creará problemas a sí misma. Para encontrar su camino, tiene que abrir su corazón ante un padre espiritual y, con humildad, pedirle su ayuda.
(Traducido de: Ieromonahul Benedict Stancu, Cuvinte de nădejde celor fără de nădejde, Editura Sophia, București, 2008, p. 125)