Palabras de espiritualidad

La oración con la mente y la guía de nuestro confesor

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Hay tantos libros sobre la oración... Y los leen miles y miles de personas, pero nadie sabe cómo orar.

Para poder dedicarte a la oración con la mente necesitarás de la guía de tu padre espiritual. Esto es un requisito esencial para poder practicarla, porque, de lo contrario, existe el riesgo de que el alma se extravíe. Hay que estar muy atentos a esto. Tu confesor te enseñará a iniciarte en las disposiciones de esta oración, porque, si no lo haces siguiendo esas directrices, podrías dejarte engañar por el astuto y caer en la oscuridad; cuando esto ocurre, el individuo empieza a hacerse salvaje y a cambiar radicalmente su comportamiento, enre otras cosas.

Esta es la fragmentación de la personalidad. ¿Has visto cómo se generan los estravíos (espirituales)? Sin embargo, si avanzas en la oración, siguiendo los consejos de tu confesor, verás la luz verdadera. Para esto, tu padre espiritual deberá ser también un conocedor de la oración con la mente. Si ora mecánicamente y tampoco él siente la oración por medio de la Gracia, no podrá aconsejar a los otros sobre la forma en que deben orar. En todo caso, les repetirá solamente lo que ha leído en los libros o lo que dicen los Padres. Y es que hay tantos libros sobre la oración... Y los leen miles y miles de personas, pero nadie sabe cómo orar. Dirás: “Los leemos, aprendemos, nos preparamos, y Dios nos bendice, enviándonos Su Gracia, hasta que los entendemos.

Sí, pero, ojo, que esto de lo que hablamos es un misterio. La oración, y ante todo, la “oración del corazón”, es un misterio. Por medio de la oración con la mente puede brotar una estremecedora dispersión. Las otras oraciones las hacemos, de alguna forma, con nuestro cerebro. Simplemente las repetimos y las escuchamos con nuestros oídos; tienen un modo diferente. Pero, la oración con la mente es algo distinto. Precisamente por eso, si el impulso de la mente esta vinculado no al buen “yo” que hay en ti, sino al otro, que es egoísta, empezarás a ver como luces, pero no la luz de Cristo; empezarás también a sentir una falsa alegría. Pero, en lo exterior, en tu propia vida, en tus relaciones, serás más salvaje, más iracundo, más irascible, más agitado. Y esto no es otra cosa que el “carisma” de quien vive en el engaño.

(Traducido de: Părintele Porfirie, Ne vorbește părintele Porfirie, Editura Egumenița, p. 209-210)