Palabras de espiritualidad

La “Oración de Jesús” y todo lo que representa

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Es un clamor que puede asemejarse al de un mendigo lleno de deudas, que le pide a su piadoso benefactor no sólo que le perdone lo debido, sino que le siga ayudando, compadeciéndose de su miseria.

La grandeza de la “Oración de Jesús” se nos revela en su misma estructura, compuesta por dos partes: la primera, que comprende las palabras “Señor Jesucristo, Hijo de Dios”, nos recuerda la historia de Su vida, o, como dicen los Santos Padres: “nos presenta en sí misma a todo el Evangelio”, en tanto que la segunda parte, es decir, “ten piedad de mí, pecador”, nos pone enfrente la historia de nuestra debilidad y pecaminosidad.

Así, nos damos cuenta que no es posible pronunciar de una manera más sabia, más profunda y mejor, el deseo y la petición de una pobre alma pecadora y humilde, que diciendo: “ten piedad de mí”. No hay otra fórmula más rotunda y plena que esta. Si, por ejemplo, dijéramos, “perdona mis pecados”, “líbrame de mis faltas”, “aparta mis iniquidades”, estaríamos expresando una simple petición de ser exonerados del castigo, surgida del temor y de nuestra alma indolente. Pero, la expresión: “ten piedad de mí” no representa solamente el simple deseo de pedir algo bajo la influencia del miedo, sino que expone el clamor de un verdadero hijo del amor, que espera en la misericordia de Dios y que reconoce humildemente su debilidad, en lo concerniente a renunciar a su voluntad y al cuidado espiritual. Es el clamor que suplica indulgencia, es decir, piedad, y que viene como un don del Espíritu del poder de Dios, del Espíritu que nos fortalece para que resistamos las tentaciones y derrotemos las inclinaciones al pecado. Es un clamor que puede asemejarse al de un mendigo lleno de deudas, que le pide a su piadoso benefactor no sólo que le perdone lo debido, sino que le siga ayudando, compadeciéndose de su miseria.

(Traducido de: Pelerinul rus, Editura Bunavestire, Bacău, 2008, p. 133)