Palabras de espiritualidad

La oración de los esposos, fundamento de la Iglesia doméstica

    • Foto: Benedict Both

      Foto: Benedict Both

La oración común nos libra de malentendidos, reconcilia a quienes han reñido, ayuda a apartar las dudas y las inquietudes aparecidas. Esta oración debe ser practicada ya desde los primeros días de la vida en familia, porque más adelante resultará difícil incluirla.

La Iglesia no puede existir sin la oración común y sin la comunión eucarística de sus miembros. Sin oración común, sin vida religiosa y sin la experiencia espiritual, no se puede hablar de la fundación de una “Iglesia doméstica”, conformada por la familia cristiana, la más pequeña célula del cuerpo de la Iglesia de Cristo. Esto fue entendido por muchos padres espirituales. Si el sacerdote ora por la Iglesia entera, por todos los que participan en la Liturgia, por una sola boca y un solo corazón, por la comunidad orante y eucarística con la Santísima Trinidad, con mayor razón una sola boca y un solo corazón deben tener quienes forman “un solo cuerpo”. ¿Cómo es posible, entonces, que este cuerpo no eleve al Señor oraciones comunes por las necesidades personales, no manifieste su agradecimiento y no fortalezca su unidad por la comunión general con Dios?

La oración común nos libra de malentendidos, reconcilia a quienes han reñido, ayuda a apartar las dudas y las inquietudes aparecidas. Esta oración debe ser practicada ya desde los primeros días de la vida en familia, porque más adelante resultará difícil incluirla.

La oración común brota más fácilmente cuando brota la apertura plena y amorosa de las almas hacia ella, cuando los esposos buscan juntos nuevas formas de vida. Hasta el momento en que empiecen a venir los hijos, es posible formar un solo ritmo de vida.

Las disposiciones de las oración común del esposo y la esposa representan el fundamento de la Iglesia doméstica. Además, ayuda a cimentar la necesidad de rezar en los corazones de los hijos y a la organización de las oraciones comunes en familia.

(Traducido de. Preot Prof. Gleb Kaleda, Biserica din casă, Editura Sophia, Bucureşti, 2006, p. 46)