Palabras de espiritualidad

La oración del maestro por sus alumnos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El maestro se convierte, así, en un medio para llegar a Dios. Pero su amor debe ser verdadero.

También los maestros pueden ayudar a sus alumnos, como lo hacen los padres de familia. ¿Cómo? Con oración y santidad. Puede conseguirse, así, que la gracia de Dios los cubra y se hagan buenos. ¡Maestros, no intenten enderezar lo que está mal, solamente con sus limitadas fuerzas humanas! Sólo la oración es capaz de dar frutos. Invoquen la gracia de Dios para todos. Que llene sus almas y los transforme. Esto haría un verdadero cristiano.

Los maestros deben observar que transmiten —de forma imperceptible— toda su intranquilidad a sus alumnos, influyendo en ellos. Pero la fe destruye todo desasosiego. ¿Cómo es que decimos en la Liturgia? “Confiemos toda nuestra vida a Cristo Dios...”.

Sepan responder al amor de sus discípulos con discernimiento. Así, si ellos les aman, podrán guiarlos fácilmente a Cristo. El maestro se convierte, así, en un medio para llegar a Él. Pero su amor debe ser verdadero. No debe ser un amor como el de los padres, porque no ayudará en nada. Debe ser un amor en oración, en Cristo. Sólo este amor es realmente útil. Oren por cada niño que vean, y Dios les enviará Su gracia para que puedan unírsele. Antes de entrar al salón de clases, especialmente si es uno con muchos estudiantes difíciles, los maestros deben repetir la “Oración de Jesús”.

Y, entrando, abracen con la mirada a todos los niños; oren y sólo después comiencen a hablar, entregándose por completo. Haciendo este sacrificio en Cristo, obtendrán una enorme alegría. Así es como se santifican tanto los maestros como sus estudiantes. Así es como los maestros viven en el amor de Cristo y en la Iglesia, siendo buenos en sus obligaciones.

(Traducido de: Ne vorbeşte părintele Porfirie – Viaţa şi cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumeniţa, 2003,  pp. 340-341)