La oración en la vida de familia
Es así como se forma una pequeña iglesia doméstica y la familia se convierte en la casa de Dios. Según la promesa del Señor, donde hay dos o tres reunidos en Su nombre, ahí está Él, entre ellos.
La vida conyugal cristiana está entrelazada con Dios y en Dios. Es un Misterio de la unión espiritual y física, santificada por Dios Mismo: “Que el matrimonio sea tenido en gran honor y el lecho conyugal esté sin mancha” (Hebreos 13, 4).
Todo es santificado: el esfuerzo por la manutención de la familia, las labores diarias y la ternura entre esposos; como dice el Apóstol, “todo es puro para los que son puros” (Tito 1, 15). Con esto, el matrimonio deviene en obra santa, porque en él todo se hace en nombre del amor, es decir, para gloria de nuestro Dios, Quien es todo amor. Con todo, se entiende que, mantener todo el tiempo una altura semejante en la relación entre esposos, es algo que va más allá de nuestras endebles capacidades humanas. Por eso, también el matrimonio adquiere su excelsitud por medio de la oración, a través de las peticiones a nuestro Todopoderoso Creador para que nos envíe Su ayuda gratífica, y es iluminado por medio de la misma oración y la gratitud de los hijos fieles al Padre Celestial, por la felicidad que les ha concedido, la felicidad del amor mutuo.
Es así como se forma una pequeña iglesia doméstica y la familia se convierte en la casa de Dios. Según la promesa del Señor, donde hay dos o tres reunidos en Su nombre, ahí está Él, entre ellos. (Metropolitano Vladimiro de Asia Central)
(Traducido de: Cum să întemeiem o familie ortodoxă: 250 de sfaturi înțelepte pentru soț și soție de la sfinți și mari duhovnici, traducere de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2011, p. 32-33)