La oración enciende el anhelo de la Comunión, y la Comunión aviva el deseo de orar
La “Oración de Jesús”, cuando es practicada con los labios y la mente, ahuyenta los malos pensamientos y sosiega la mente.
La “Oración de Jesús”, cuando es practicada con los labios y la mente, ahuyenta los malos pensamientos y sosiega la mente. Y, cuando desciende al corazón y obra en su interior, hace que el hombre nazca de nuevo, encendiendo su mundo interior y llevándole a convertirse en teólogo, porque entonces la teología se transforma en un “relato”: el hombre aprende y narra todo lo que ha escuchado, lo que ha visto, lo que ha asimilado y lo que ha vivido. Es así como la persona llega a entender por completo que una cosa es la mente y otra la razón, y se asombra por la inmensidad del corazón (II Corintios 6, 11), su profundidad y su mundo interior e intenso.
No obstante —y sin duda alguna—, para que la “Oración de Jesús” pueda serle útil al hombre, debe acompañársele de la teología de la Iglesia Ortodoxa (dogma) y de una vida de practicante (con los sacramentos y la oblación propia del cristiano), pero especialmente de la divina Comunión, porque la oración enciende el anhelo de la Eucaristía, y la Comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo aviva la sed de oración.
(Traducido de: Mitropolitul Ierothei Vlahos, O noapte în pustia Sfântului Munte ‒ Convorbire cu un pustnic despre Rugăciunea lui Iisus, traducere de Călin Cosma, Maxim Monahul și Radu Hagiu, Editura Predania, București, 2011, p. 33)