Palabras de espiritualidad

La oración interior y el reflejo de la Santísima Trinidad en nosotros

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Dondequiera que la oración esté activa, estará Cristo con el Padre y el Espíritu Santo, la Santísima Trinidad, Una en esencia e Indivisible.

Cada uno de nosotros puede alcanzar la oración interior, haciéndose de una forma de comunicación con el Señor. Y no nos cuesta nada, fuera del esfuerzo de ensimismarnos en lo profundo de nuestro corazón, y el cuidado de invocar el Nombre de nuestro dulcísimo Jesús con la mayor frecuencia posible, para llenarnos de Su alegría. Ensimismarnos y examinar nuestra alma nos ofrece la oportunidad de conocer el gran misterio del hombre, de sentir el gozo del autoconocimieto y derramar amargas lágrimas de arrepentimiento por nuestros pecados y por la debilidad de nuestra voluntad.

Sea que toda tu alma salte de alegría con la importancia de la oración, de manera que tu mente, tu voz interior y tu voluntad, los tres componentes de tu alma, se hagan uno y cada uno se haga los tres, porque así es como el hombre llega a asemejarse a la Santísina Trinidad, entrando en contacto con ella y uniéndosele. Como decía San Gregorio Palamás: “Cuando la unidad de la mente se vuelve una trinidad y sigue siendo única, se une con la divina Unidad Triádica y cierra la puerta a cualquier forma de engaño, elevándose sobre el cuerpo, el mundo y el príncipe de este mundo”.

Dondequiera que la oración esté activa, estará Cristo con el Padre y el Espíritu Santo, la Santísima Trinidad, Una en esencia e Indivisible. Dondequiera que esté Cristo, la Luz del mundo, existirá también la luz eterna del otro mundo, habrá paz y alegría, estarán los ángeles y los santos, brillará el esplendor del Reino. ¡Dichosos aquellos que en esta vida se han vestido con la Luz del mundo, que es Cristo, porque ya se han ataviado con las vestiduras de la pureza!

(Traducido de: Comori duhovnicești din Sfântul Munte Athos, Culese din scrisorile și omiliile Avvei Efrem, Editura Egumenița, p. 328-329)