Palabras de espiritualidad

La oración que hace de nuestra vida entera una bendición

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

La oración que se hace desde la humildad une al corazón con la mente, e incluso el cuerpo entero siente el calor y la energía santa que mana del Nombre de Jesús. 

Solamente aquellos que se han acercado al fuego celestial con temor y estremecimiento llegan a conocer los más excelsos dones de Dios. Estoy hablando de esos que saben guardar en sus corazones una modesta opinión de sí mismos, quienes mantienen su conciencia pura, no solamente frente a Dios, sino también frente a sus semejantes, frente a los animales e incluso ante las cosas materiales producidas por el trabajo del hombre, preocupados por la creación entera.

La oración que se hace desde la humildad une al corazón con la mente, e incluso el cuerpo entero siente el calor y la energía santa que mana del Nombre de Jesús. Luego de un tiempo —cuya duración es diferente en cada caso—, la oración puede llegar a convertirse en nuestro estado permanente, acompañándonos en todo lo que hagamos. La oración, así, estará con nosotros cuando hablemos y cuando callemos. No nos abandonará ni cuando estemos trabajando y hay muchos (tal vez no tantos) que sienten la oración incluso cuando duermen. Cuando, con esta oración, la presencia divina se vuelve tan intensa que la mente es atraída por la contemplación, todo lo que vivimos nos inspira palabras semejantes a las de la Santa Escritura. Nuestro espíritu, entonces, canta como los de los profetas de la antigüedad, componiendo nuevos cánticos de alabanza.

(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Rugăciunea – experienţa vieţii veşnice, Editura Deisis, Sibiu, 2001, p. 149)

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