La oración rehace nuestro vínculo con Dios
Por la labor que le es propia, es decir, el diálogo con Dios, la oración nos lleva a unirnos místicamente con Él, conociendo nuevamente el estado de familiaridad y cercanía con nuestro Creador.
La oración hace que el hombre se aleje poco a poco del mundo y de sí mismo. Porque, como dice San Isaac el Sirio, “la oración es la supresión de los pensamientos de la voluntad según la vida del cuerpo. El que ora es completamente semejante al que ha muerto para el mundo”. Perseverar en la oración es, entonces, lo mismo que “alguien se prometa a sí mismo”.
La oración hace que el hombre venza a su naturaleza caída en pecado y lleva a la muerte del hombre viejo; así, uniéndose con Dios, se reviste de un hombre nuevo. Por la labor que le es propia, es decir, el diálogo con Dios, la oración nos lleva a unirnos místicamente con Él, conociendo nuevamente el estado de familiaridad y cercanía con nuestro Creador, tal como el que Adán tenía en el Paraíso.
(Traducido de: Jean-Claude Larchet, Terapeutica bolilor spirituale, Editura Sofia, p. 313-314)