La oración, un remedio al alcance de todos
Lo que no pudo conseguir el poder de este mundo, la riqueza, el coraje y la destreza de los mejores médicos, lo logró la oración de un modesto cristiano.
Ni el abolengo, ni los médicos y los científicos más hábiles, ni la presencia de los amigos, ni la atención de la servidumbre, ni los ropajes más costosos y los adornos más lujosos, ni montañas de dinero y bienes... En fin, nada de lo que es estrictamente terrenal, pasajero y humano podría consolar, aliviar y mitigar el sufrimiento del enfermo.
Si al lecho de dolor de un soberano, de un distinguido hidalgo, o del hombre más simple viniera un elegido de Dios, uno que tiene el privilegio de ser escuchado prontamente en su oración, y tocara aquel cuerpo enfermo, orando a Dios con devoción y pureza, en Espíritu y en verdad, sin duda conseguiría alejar tan terrible padecimiento.
¿Ven qué poderosa es la oración? Lo que no pudo conseguir el poder de este mundo, la riqueza, el coraje y la destreza de los mejores médicos, lo logró la oración de un modesto cristiano.
(Traducido de: Protosinghel Nicodim Măndiță, Învățături despre rugăciune, Editura Agapis, București, 2008, p. 77)