Palabras de espiritualidad

La paciencia nos conduce a la salvación

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Aunque la persona crea que tiene todas las virtudes, si no es paciente hasta el final y no evita las trampas del maligno, no será digna de entrar al Reino de Dios.

El Señor dijo: “El que sea paciente hasta el final, ese se salvará” (Mateo 24, 13). La paciencia es la esencia de todas las virtudes. Porque ninguna de ellas podría pervivir sin la paciencia. Recordemos: “El que pone la mano en el arado y mira atrás no es apto para el Reino de Dios” (Lucas 9, 62). Aunque la persona crea que tiene todas las virtudes, si no es paciente hasta el final y no evita las trampas del maligno, no será digna de entrar al Reino de Dios. Porque aun aquellos que han recibido una garantía deben ser pacientes, para poder recibir la recompensa completa en la vida eterna.

En toda clase de ciencia y conocimiento se necesita de mucha paciencia. Sin lugar a dudas. Porque ni siquiera las cosas sensibles pueden hacerse sin ella, y si a alguien se le hubiera otorgado alguna de esas cosas, necesitará ser paciente para que eso que recibió pueda perdurar. Dicho en palabras simples, antes de hacer algo, al hacerlo y una vez terminado de hacer, con paciencia pervivirá, y sin ella se disipará y no podrá perfeccionarse. Porque, si se trata de algo bueno, la paciencia lo cuidará. Y si es algo malo, ella proveerá consuelo y fuerzas para el alma, para que la persona que es tentada no caiga en el desaliento, que no es sino un primer paso hacia el infierno. La paciencia tiene el poder de matar la desesperanza, que es la asesina del alma. La paciencia le enseña al alma a consolarse y a no debilitarse por las luchas y tribulaciones que debe afrontar. Debido a que carecía de paciencia, Judas encontró una muerte doble, demostrando que le faltaba experiencia en esa lucha. Al contrario, Pedro, aunque cayó, fue paciente y, como un experto luchador, venció al demonio que le había hecho pecar. También aquel monje que había caído en el desenfreno, gracias a la paciencia pudo vencer a quien le había vencido, al no someterse al pensamiento de desesperanza que lo empujaba a abandonar su celda y su vida de anacoreta; así, armado de paciencia, valientemente hizo frente al enemigo.

¡Oh, divina sabiduría y paciencia del aguerrido! Esta bendita virtud fue la que atavió a Job y le devolvió los haberes perdidos. Porque, si su paciencia hubiera languidecido, Job habría perdido todo. Pero Aquel que conocía su paciencia fue quien permitió que fuera puesto a prueba, para perfeccionarlo y hacerlo ejemplo para muchos.

(Traducido de: Sfântul Petru DamaschinulFilocalia, vol V, Învățături duhovnicești, cuv. 5, p. 204-205)