Palabras de espiritualidad

La palabra, ese don divino para el hombre

  • Foto: Florentina Mardari

    Foto: Florentina Mardari

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No sabemos cómo, de hecho, influimos permanentemente en los demás con nuestras palabras, con la verdadera “tonalidad” de nuestra personalidad.

El ayuno es un tiempo para controlar nuestras palabras. Nuestro mundo es increíblemente verbal, mas siempre estamos inundados de palabras que han perdido ya su sentido y, en consecuencia, su fuerza. El cristianismo descubre la sacralidad de la palabra, un verdadero don divino para el hombre. Por esta razón, nuestras palabras tienen una carga de fuerza increíble, positiva o negativa. Este es el motivo por el cual seremos juzgados incluso por aquello que digamos: “En el día del juicio, los hombres tendrán que dar cuenta hasta de lo dicho que no podían justificar. Tus propias palabras te justificarán, y son tus palabras también las que te harán condenar.” (Mateo 12, 36-37).

Cuidar nuestras palabras consiste en redescubrir su seriedad y sacralidad, es entender que algunas veces una “inocente” broma podría tener consecuencias desastrosas... podría ser la “paja” que empuje a una persona a la desesperanza y destrucción total. Pero la palabra puede ser, asimismo, un testimonio. Una conversación casual en la oficina, con un colega, puede hacer más para comunicar un concepto de vida, una actitud hacia el prójimo o alguna idea de trabajo, que una formal prédica.

La palabra testimonial puede sembrar el grano de una duda, de una posibilidad de abordar la vida de forma distinta, de un anhelo de saber aún más. No sabemos cómo, de hecho, influimos permanentemente en los demás con nuestras palabras, con la verdadera “tonalidad” de nuestra personalidad. Finalmente, si una persona se convierte a Dios no es porque haya recibido de alguien una brillante exposición, sino porque vio en él que la luz, la alegría, la profundidad, la seriedad y el amor son eso que revela la presencia y la fuerza de Dios en el mundo.

(Traducido de: Alexander Schmemann, Postul cel Mare, Editura Univers enciclopedic, Bucureşti, 1995, pp. 112-113)