Palabras de espiritualidad

La paz de Dios en el alma del hombre

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

¡Oh, paz de Dios, ven también a mí, que estoy tan lleno de confusión, que no conozco la belleza!

«Le pido a Dios, con todo el corazón, que estés bien y que goces de paz espiritual, porque la paz de Dios no es otra cosa que tener un lugar para Dios; es serenidad, alegría y alborozo espiritual.

La paz de Dios, que supera todo conocimiento (Filipenses 4,7) se les ofrece a las almas que luchan, cual premio y don real, porque se trata de una característica de los hijos de Dios.

Para que esa paz venga a morar en el alma del cristiano, se necesita primero del esfuerzo espiritual, que es también un afán divino. Esta paz trae el discernimiento y una conciencia pura, impoluta y refulgente, que brilla más que el sol, cuando el hombre sabe que ha hecho lo que debía hacer. Es entonces cuando el alma recibe el precioso don de la “paz de Dios”, y se regocija en ella, y habla, como lo haría una novia, con su bellísimo Novio, Jesús, sobre su eterna unión y sobre las riquezas espirituales del cielo. Y, mientras la persona piensa en todas estas cosas, su paz crece, llevándola a derramar dulces lágrimas de júbilo interior. La paz de Dios es la prometida del hombre antes de sus nupcias con el Cordero sacrificado. ¡Oh, paz de Dios, ven también a mí, que estoy tan lleno de confusión, que no conozco la belleza!».

(Traducido de: Comori duhovnicești din Sfântul Munte Athos, Culese din scrisorile și omiliile Avvei Efrem, Editura Egumenița, p.360)

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