La paz de nuestra Madre
Desde aquel día, mi estado de ánimo cambió. Una profunda paz vino a mi interior a través de aquella mirada de la Madre de Dios.
Amemos mucho a la Madre del Señor. Oremos a ella utilizando nuestra cuerda de oración, leamos cada día la Paráclesis, y ella nos llevará al Cielo. Un día, durante el “Himno de los querubines”, la vi, tal como aparece en el ícono conocido como “Pronto Auxilio” que tengo en mi celda; era como una niña de quince años, y estaba frente a mí, mientras yo estaba de rodillas.
Ella estaba de pie frente a las Puertas Santas y sostenía en brazos al Niño Jesús. No olvidaré nunca cómo me miraban aquellos dulces ojos suyos. Aquella mirada me llegó al corazón. Toda mi atención estaba centrada en sus ojos. Empecé a orarle, y le dine: “Santísima Madre de Dios, ¿qué pasará con este monasterio? ¡No hacemos nada! ¿Cómo, entonces, nos salvaremos?”. Y la Santísima Virgen me sonrió. Desde aquel día, mi estado de ánimo cambió. Una profunda paz vino a mi interior a través de aquella mirada de la Madre de Dios.
(Traducido de. Stareța Macrina Vassopoulos, Cuvinte din inimă, Editura Evanghelismos, p. 208)