La paz del corazón
Que nadie olvide que le pertenece a Dios con cuerpo y alma, y que depende de Él en todo momento.
El don más grande de Dios, del que tenemos una necesidad imperante y el cual recibimos constantemente de parte Suya, por medio de la oración, es la paz del corazón, según las palabras del Señor: “Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados, y Yo os aliviaré“ (Mateo11, 28). Y, al obtener la paz, alegrémonos, considerémonos ricos y colmados de todo.
Que nadie olvide que le pertenece a Dios con cuerpo y alma, y que depende de Él en todo momento, precisamente en todas las necesidades de su cuerpo y alma.
Por eso, debemos dirigirnos a Dios cada vez que nuestro cuerpo y nuestra alma sientan alguna necesidad, cuando nuestra existencia física o espiritual se vea dificultada de alguna manera, cuando la desesperanza (enfermedades del alma), o las pasiones (enfermedades del cuerpo) nos ataquen; cuando nos amenacen las calamidades (fuego, agua, aire, tormentas) y cuando empecemos cualquier trabajo.
(Traducido de: Sfântul Ioan de Kronstadt, Viața mea în Hristos, Editura Sophia, 2005, p.57)