La paz, don divino
El que está en paz consigo mismo está también en paz con su prójimo y con Dios.
La paz es un don divino, que se da en abundancia a los que se reconcilian con Dios y cumplen Sus divinos mandamientos.
La paz es luz y por eso huye del pecado, que es oscuridad. El pecador nunca tiene paz. Luchen contra el pecado, entonces, y no se perturben cuando las iniquidades se enciendan dentro de Ustedes, porque, venciéndolas, alcanzarán la paz y la felicidad, “¡Busquen ante todo la paz y la santidad, porque sin ellas no podrán ver al Señor!”, son las dos condiciones necesarias para el que está sediento por ver el rostro de Dios. La paz es la base en la que se apoya la santidad.
La santidad no podría existir en un corazón perturbado e iracundo. La ira, cuando permanece demasiado tiempo en el alma, lleva a la enemistad y al odio en contra del hermano. Por eso, debemos reconciliarnos inmediatamente con él, para que no nos falte la Gracia de Dios, ésa que nos santifica el corazón. El que está en paz consigo mismo, está en paz con su semejante y con Dios. Tal persona es santificada, porque el Mismo Dios vive dentro de ella.
(Traducido de: Sfântul Nectarie al Pentapolei, Învăţături, traducere: Ieroschim. Ştefan Nutescu, Editura Evanghelismos, Bucureşti,2008, p.22-23)