La paz en medio de la tormenta
No hay mejor lenitivo y nada que provoque tanto gozo, como cuando el hombre sabe mantener la calma, la paz y la buena disposición, aún cuando tiene que enfrentar los más graves problemas y las situaciones más difíciles.
La barca navega sobre las aguas de mar. Por muy profundo que sea el abismo marino y por fuertes que sean los vientos y furiosa la tormenta, todo estará bien mientras el agua no inunde la nave. El principal cuidado del marinero no es guiar la nave al puerto, sino impedir que esta se llene de agua. La misma preocupación debe tener el cristiano: no buscar cómo protegerse de los imprevistos, como las tentaciones, sino estar atento a que nada perturbe la paz de su alma, que ningún atisbo de incredulidad se inmiscuya en su corazón, y que nada inncesario acceda a su interior. Si olvidamos la puerta abierta, permitiendo que entren toda clase de preocupaciones, pequeñas o grandes, de esas que no paran de acecharnos cada día, estas no tardarán en provocarnos tristezas, enojos y amarguras, dejándonos oprimir por ellas mientras también nosotros oprimimos a los demás. Si nos llenamos de pesadumbre, nuestro estado se transmitirá a los demás, haciendo que de nosotros brote como un hálito de hielo. Entonces, aprendamos a no dejarnos vencer por los cuidados y las preocupaciones. No exageremos su importancia. Sólo así nuestro mundo espiritual permanecerá intacto, y seguiremos siendo felices aún en medio de la tormenta. No hay mejor lenitivo y nada que provoque tanto gozo, como cuando el hombre sabe mantener la calma, la paz y la buena disposición, aún cuando tiene que enfrentar los más graves problemas y las situaciones más difíciles. Tal clase de hombre irradia su luz en la oscuridad de la vida, obrando más eficazmente que cualquier prédica, porque es capaz de dar coraje y aliento a su hermano en la desesperanza, llevándole a continuar su camino lleno de confianza, por duro que este sea.
(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 151)