La paz que da y proclama nuestra Iglesia
Cuando la Iglesia dice: “Paz a todos”, es como si dijera: “¡Cristo para todos! ¡Cristo con todos! ¡Cristo en todos!”.
«Tienes todo, sólo te falta la paz. Darías lo que fuera por alcanzarla, pero se hace esperar. En tu alma reina la intranquilidad, también como consecuencia de la reciente guerra. Y piensas: “Al combatir, muchas veces disparé... Talvez maté a alguien. Talvez en este momento alguna madre esté llorando a su hijo, a quien yo maté... Y con ella, la esposa del chico, sus hijos, sus hermanos y hermanas, y toda su familia. Puede que estén maldiciendo al asesino... y ese soy yo. ¿Qué consecuencias, qué efectos podrá tener esto tanto sobre mí como sobre mi propia descendencia?”. Estos son los pensamientos que te asaltan cuando caminas, cuando trabajas, cuando te acuestas y cuando te levantas. Y ese desasosiego, unido a un fuerte temor, atormenta amargamente tu alma.
¿No has escuchado, durante la Divina Liturgia, la inefable bendición: “Paz a todos”? ¿Quién más en este mundo, fuera de la Iglesia, podría pronunciar esas prodigiosas palabras? ¿Quién podría hacerlo, con un sentido tan amplio y perfecto? La paz política y civil, la paz exterior e interior, la paz entre hombres y pueblos, la paz con Dios y con tu propia conciencia, la paz con aduladores y opresores, con la vida y la muerte, con cielos y tierra; en una palabra, la paz “que sobrepasa toda inteligencia” (Filipenses 4, 7), es la que predica la Iglesia a todos sus hijos en todos los rincones del mundo.
Veamos lo que dice un poeta cristiano: “Si la vida no es más que tormento para ti, / Si perturba tu mente y tu corazón, / Si te enseña a lamentarte, / Si apaga tu amor y tu fe, / ¡Póstrate con lágrimas fervientes! / ¡Abraza los pies de la Cruz! / ¡Y te reconciliarás con el cielo, / contigo mismo y con todos los demás!”.
Póstrate ante nuestro Señor Jesucristo, “El Señor de la paz”, abraza Sus pies llenos de sangre, y la paz regresará a ti, “porque Él es nuestra paz” (Efesios 2, 14). Por eso, cuando la Iglesia dice: “Paz a todos”, es como si dijera: “¡Cristo para todos! ¡Cristo con todos! ¡Cristo en todos!”. Amén.
¡Que Cristo, tu paz, esté contigo y en ti!
(Traducido de: Episcopul Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi, vol. 2, Editura Sophia, Bucureşti, 2003, pp. 168-169)