Palabras de espiritualidad

La paz que solamente Dios nos puede dar

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

¡Oh, Señor, concédenos esa paz divina para nuestros corazones, y no nos prives de Tu Gracia, ni en esta vida terrenal ni en la vida eterna!

Un gran don es la paz del corazón en la vida del cristiano. La paz de los sentimientos, la paz de los pensamientos, la paz de la conciencia y la paz del corazón, el nivel más alto de la paz divina al que puede llegar el hombre espiritual en este mundo. Sin embargo, esta paz, que es difícil de alcanzar, se pierde con mucha facilidad. Para obtenerla se necesitan largos años de esfuerzo, de oración con lágrimas, de ayuno con compunción del corazón, de arrepentimiento, de vigilias y de caridad.

Y si somos distraídos, la paz del Espíritu Santo se aparta poco a poco de nosotros. Basta con un solo pensamiento de vanidad, una simple jactancia, un poco de desidia con la oración y con el ayuno, o aceptar los pensamientos impuros que nos atacan, para sentirnos confundidos, solos, abandonados y sin llantoi.

La paz del corazón es dulce y se requiere mucho trabajo para alcanzarla, ¡y qué terrible es perderla! Sobre todo, para aquel que ha gustado del gozo y el tesoro de la paz divina, perderla parcial o totalmente es como matarse el alma. Esto nos lo dicen los Santos Padres a partir de su propia experiencia.

Actualmente, cuando el mundo se siente tan agitado y golpeado por la duda, la incredulidad, el ateísmo, la codicia y toda clase de placeres carnales, ¿cómo podemos conservar la paz en nuestras almas? ¿Cómo es posible, si oramos poco y no tenemos el amor suficiente para permanecer dos horas en la iglesia? ¿Qué paz podríamos tener?

La paz espiritual viene de Dios solamente cuando oramos lo suficiente y vivimos en pureza. Si pasamos años enteros sin confesarnos ni comulgar, ¿cómo podría venir la paz de Dios a nuestros hogares y a nuestros corazones? La paz viene de lo alto solamente si amamos a Dios y si vivimos en amor con todos nuestros semejantes; si nos confesamos con regularidad y nos decidimos a enmendarnos, si leermos libros de edificación espiritual y obedecemos a nuestros padres físicos y espirituales, y si nos consideramos los más pecadores de todos, sin juzgar a nadie.

¡Oh, Señor, concédenos esa paz divina para nuestros corazones y no nos prives de Tu Gracia, ni en esta vida terrenal ni en la vida eterna!

(Traducido de: Protosinghel Ioanichie Bălan, Cuvinte duhovnicești I, Editura Episcopiei Romanului și Hușilor, 1992, p. 134)