La penosa carga del rencor
Renunciar al rencor es señal de una auténtica contrición; por el contrario, el rencoroso que cree que se arrepiente (sin hacerlo) se parece a uno que cree que corre, cuando en realidad sigue en el mismo lugar.
El rencor es algo a lo que nos lleva la ira; es, además, guardián de los pecados, enemigo de la justicia, perdición de las virtudes, veneno para el alma, una larva que infecta la mente, vergüenza de la oración, supresión de la súplica, enajenación del amor, un clavo atravesando el corazón, un dolor agudo que nos impide amar por la “dulzura” que hallamos aun en lo amargo de la ira, un pecado que no cesa, una iniquidad siempre viva, una maldad sin fin. Esta pasión es una de las que se van engendrando con el paso del tiempo. Naturalmente, el rencor está lejos del amor verdadero, en tanto que el desenfreno le es próximo con facilidad.
Recordando el mal sufrido, acuérdate tú también del mal que te causan los demonios, y, si odias, odia antes a tu propio cuerpo. El cuerpo evidencia ser siempre un amigo abusivo y astuto, porque mientras más lo cuidas, más pecas.
Renunciar al rencor es señal de una auténtica contrición; por el contrario, el rencoroso que cree que se arrepiente (sin hacerlo) se parece a uno que cree que corre, cuando en realidad sigue en el mismo lugar.
(Traducido de: Sfântul Ioan Scărarul, Scara Raiului, Editura Învierea, traducere de mitropolit Nicolae Corneanu, 2007, pp. 200 - 202)