Palabras de espiritualidad

La pesadumbre y la humildad completan la acción que no realizaste

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Por ejemplo, tú haces postraciones. Lo mismo hacía yo cuando estaba en casa, junto a mis hermanos. Yo solía hacer quinientas postraciones en una hora, pero ahora no puedo completar ni siquiera una. Pero tú, que puedes practicarlas, no lo hagas con orgullo, sino pensando en tus pecados. Me duele no poder hacerlas yo también, por eso digo: “¡Señor, ten piedad además de mí, pecador!”. Y Dios acepta tus postraciones y mi oración.

Decía el Padre Cleopa Ilie: “Lo más valioso en esta vida es renunciar a todo y llorar por tus pecados, porque no hay nada más importante que la eternidad. Entonces, hagamos todo lo posible por no perderla, porque si no, ¡habremos vivido en vano!”.

Todo lo hacía con humildad. Porque decía: “Nunca nos confiemos, pensando que hemos comenzado bien. Ni siquiera conocemos a uno que haya empezado bien. Mejor oremos diciendo, “¡Señor, ayúdame a comenzar bien!”

Otras veces decía: “La pesadumbre completa la acción que no hiciste. Por ejemplo, tú haces postraciones. Lo mismo hacía yo cuando estaba en casa, junto a mis hermanos. Yo solía hacer quinientas postraciones en una hora, pero ahora no puedo completar ni siquiera una. Pero tú, que puedes practicarlas, no lo hagas con orgullo, sino pensando en tus pecados. Me duele no poder hacerlas yo también, por eso digo: «¡Señor, ten piedad además de mí, pecador!». Y Dios acepta tus postraciones y mi oración.”

Una vez, un monje le dijo, al confesarse: “Padre Cleopa, me falta devoción”. Y él le respondió: “¿No tienes devoción? ¡Hazte humilde! Nadie se ha salvado por haber ayunado o por haberse sometido a quién sabe qué otra esfuerzo. Más bien repítete a ti mismo que humillándote te salvarás”.

Otra vez, un hijo espiritual le pidió que orara por él. Entonces, el padre le respondió: “Pero si mi oración es como el humo de Caín... ¡De tal manera se arrastra por el suelo!”.

Una vez alguien le preguntó: “Padre, ¿cómo debo leer el salterio? ¿Pensando que fue escrito para el Profeta David o que fue escrita para cada uno de nosotros?”. Y él respondió: “Simplemente, pensando que eres pecador”.

Decía también: “El maligno cayó por culpa de su orgullo y por eso no puede decir «¡Perdóname!». Lo mismo pasa con nosotros. Cuando viene alguien a pedirte perdón, y tú no le dices: «¡Que Dios te perdone!», te estás asemejando al maligno, que es incapaz de decir «¡Perdóname!». O si tú eres el que se ha equivocado, y no pides perdón, también te estás asemejando a él, porque no sabes decir «¡Perdóname!». Y aunque no seas culpable, no digas: «¡No quiero pedir perdón! ¿Por qué habría de hacerlo? ¡Él es el culpable, no yo!». Por eso, seamos siempre humildes”.

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 759-760)

 

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