Palabras de espiritualidad

La presencia de los santos en nuestra vida

  • Foto: Florentina Mardari

    Foto: Florentina Mardari

Es bueno que los íconos que tenemos en nuestra celda y los santos que invocamos tengan una relación estrecha con nuestra vida: cualquier enfermedad, cualquier acontecimiento, cualquier logro, cualquier recuerdo vivo, cualquier experiencia interior o exterior, espiritual o física, todo eso debe estar relacionado con ellos.

Es bueno que los íconos que tenemos en nuestra celda y los santos que invocamos tengan una relación estrecha con nuestra vida: cualquier enfermedad, cualquier acontecimiento, cualquier logro, cualquier recuerdo vivo, cualquier experiencia interior o exterior, espiritual o física, todo eso debe estar relacionado con ellos. Y si no tenemos algo así, al menos debemos desearlo. Es un comienzo, y podemos conseguir que nos den algo. Por ejemplo, supongamos que fui bautizado con el nombre de San Nicodemo. San Nicodemo no me hablará —en el sentido literal de la palabra— pero siempre será mi santo. Lo invocaré, pondré su ícono en mi celda, en mi habitación. Pero también puedo leer a San Gregorio el Teólogo, a San Gregorio Palamás, y admirar su obra. Leo a San Basilio el Grande y siento que se dirige a mí. Por lo tanto, invocaré a todos estos santos en mi celda y dejaré que le hablen a mi alma sin cesar.

Además de invocar a los santos, pongo a cada uno de ellos en su propio lugar. Aquí, el santo al que amo más; más allá, el santo al que me gusta ver a menudo con los ojos de mi alma o de mi cuerpo. Frente a mí, ese santo que usualmente me concede todo lo que le pido. Incluso, si en este momento le pido algo, sé que me lo dará. Si hoy no me siento con buena disposición, si veo todo como si estuviera nublado, sé, por experiencia, que ese santo vendrá a ayudarme. Ciertamente, si encontramos el “botón” de un santo, si confiamos que él nos ayudará a resolver nuestras necesidades, nos introducirá en su vida y entrará también en nuestra alma. Cada asanto puede tener algo para darnos. Si la persona es “pobre” en su vida, es decir, si no piensa mucho, tendrá pocos santos. Otro puede tener más. Basta con saber cómo entablar un vínculo con los santos, leyendo su vida y obra una y otra vez.

(Traducido de: Arhimandritul Emilianos Simonepetritul, Cuvânt despre ascultare şi priveghere, Editura Sfântul Nectarie, pp. 66-67)