Palabras de espiritualidad

La presencia palpable de los santos en nuestra vida

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Entendí que era una señal que evocaba aquel verso del Acatisto a Santa Parascheva: “Regocíjate, fuente de buena fragancia”.

«Tengo 51 años, soy ingeniera de profesión, pero trabajo en una tienda de plantas medicinales, algo completamente ajeno a lo que estudié en la universidad. Aunque estoy muy agradecida por tener un empleo, me preocupa todo lo que está pasando en nuestro bello y todavía rico país.

Hace muchos años me casé, luego tuve dos hijos, pero un tiempo después mi esposo cambió radicalmente: me insultaba, me golpeaba, me reprendía todo el tiempo. Recuerdo que un día del año 2000, llena de pesadumbre por todo lo que me estaba pasando, me puse a orar con abundantes lágrimas y a pedir el auxilio de Santa Parascheva. Le rogué que me diera una señal de lo que estaba sucediendo con mi familia… y luego supe que mi esposo me engañaba con una amiga de la familia, también casada y con hijos.

Una noche de esas, después de recitar el Acatisto a Santa Parascheva, mi marido pasó por el cuarto de los niños y al instante me llamó, completamente enfurecido:

—¡¿Qué estás haciendo?! ¿Te has propuesto llenar la casa de incienso para que el demonio huya despavorido? ¿Por qué toda la casa huele a incienso?

No lo podía creer… Efectivamente, toda la casa estaba llena de un agradable aroma a incienso. Para tranquilizarlo, le dije que aquel olor parecía de incienso, pero en realidad era un insecticida que había utilizado para matar mosquitos. Siguió blasfemando y después se fue a dormir.

En ese momento, uno de mis hijos salió de su habitación y me dijo:

—Mamá, tú nunca mientes… ¿por qué le mentiste a mi papá, si toda la casa huele como si estuviéramos en la iglesia?

Entonces entendí que era una señal que evocaba aquel verso del Acatisto a Santa Parascheva: “Regocíjate, fuente de buena fragancia”.

Después de nuestra separación, me enfermé y Santa Parascheva me ayudó a vencer el cáncer. No hay nada casual: siempre me han gustado las plantas que nuestro Buen Dios nos dejó; he leído muchísimo sobre ellas y sus beneficios, así que para mí no representa ninguna vergüenza trabajar en una tienda de plantas medicinales. El salario no es muy bueno, pero me alegra no estar desempleada y poder pagar mis deudas con el banco, para no dejarles ninguna carga a mis hijos, por quienes oro todos los días (...)

¡Muchísimas gracias, Santa Parascheva, por toda tu ayuda!

Manuela».

(Traducido de: Binefacerile Sfintei Cuvioase Parascheva, vol. 3, Editura Doxologia, pp. 247-248)