Palabras de espiritualidad

La primera tentación que nos sale al paso cuando avanzamos en lo espiritual

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Podemos preguntarnos: ¿qué método puede utilizarse para asegurarnos el estado de humildad?  Esta es la respuesta que el stárets Siluano recibió por parte del Señor: “Mantén tu mente en el infierno, pero no desesperes”.

Después de la caída de Adán, quien obedeció al maligno, que le decía: “Serás como Dios”, el hombre sigue siendo tentado, ante todo, por el pecado del orgullo y, mientras más avanza, más fuerte se hace ese impulso. Si no progresáramos en la vida espiritual, podríamos decir que la tentación del orgullo no tiene razón de ser en nosotros. Por eso, mientras más avance, el hombre tiene que estar más atento a crecer tanto en conocimiento como en su unión con Dios, y también en la humildad. Porque, si el hombre sigue siendo orgulloso y recibe un don, su estado espiritual empeorará. Luego, podemos preguntarnos: ¿qué método puede utilizarse para asegurarnos el estado de humildad?  Esta es la respuesta que el stárets Siluano recibió por parte del Señor: “Mantén tu mente en el infierno, pero no desesperes”. Este es el punto extremo, el más radical en la búsqueda de la humildad. Un primer estadio sería el de no justificarte al hacer algo malo.

San Doroteo de Gaza, al igual que otros santos, dice que tienes que acusarte a ti mismo, diciendo: “Soy absolutamente indigno de Dios. El único sitio donde podría estar es el infierno”. Y esta actitud del alma elimina de un tajo todas las pasiones. Pero tenemos que completarla con otro aspecto radical: el de que Dios es totalmente misericordioso y para Él todo es posible, incluso salvarnos. San Siluano era un “culmen de espiritualidad”. Por eso, recibió este inmenso don de Dios, el de vivir la resurrección. Era capaz de aplicar en su vida esta terapia radical. No obstante, es muy peligroso intentar imitar ese estado extremo, el de mantener el alma en el infierno. Por eso, tenemos que empezar con las primeras etapas de la contrición, no con la última, porque las primeras nos llevarán a la última. Y todo esto viene de Dios Mismo.

(Traducido de: Celălalt Noica – Mărturii ale monahului Rafail Noica însoțite de câteva cuvinte de folos ale Părintelui Symeon, ediția a 4-a, Editura Anastasia, 2004, pp. 162-163)