La prioridad de mi vida es crecer en la fe
Aquel que no haya encontrado a Dios y, en consecuencia, no lo haya “probado”, es el más viudo de todos los hombres, porque sigue siendo el esclavo de la oscuridad de su propia voluntad.
Cada día, al terminar los Maitines, recitamos: “Cantad al Señor un cántico nuevo” (Salmos 95, 1). Cuando nos entregamos con toda el alma al poderoso Espíritu de Dios, vivimos, día tras día, los cambios que nos envía la diestra del Altísimo, y nuestra alma y nuestro espíritu se elevan incesantemente a Él por medio de Su Gracia. Cada vez que logramos presentarnos ante Él, Dios renueva nuestra visión espiritual, sana nuestro corazón y hace plena nuestra esperanza, completando nuestro ser y ofreciéndonos un conocimiento más profundo de Él por medio de la oración.
Nuestro cántico nuevo es, así pues, uno de agradecimiento y amor a nuestro amado Dios. Ya no nos domina el destructor deseo de los placeres engañosos al que nos convida el flujo infinito de las novedades terrenales, mismas que condenan al hambre al alma. Naturalmente, podemos valernos con discernimiento de esas “herramientas”, pero nuestro propósito principal tiene que ser “probar” a Dios cada día, para conocerlo un poco más. De conformidad con las palabras del Santo Apóstol Pablo, aquel que no haya encontrado a Dios y, en consecuencia, no lo haya “probado”, es el más viudo de todos los hombres, porque sigue siendo el esclavo de la oscuridad de su propia voluntad. Pero si el hombre busca a Dios y gusta de Su Gracia, podrá vivir cosas realmente grandes en su vida y descubrirá que la restauración de la vida en Dios le es más necesaria que cualquier otra “primicia” terrenal.
(Traducido de: Arhimandrit Zaharia Zaharou, Adu-ți aminte de dragostea cea dintâi (Apocalipsa 2, 4-5) – Cele trei perioade ale vieții duhovnicești în teologia Părintelui Sofronie, Editura Doxologia, Iași, 2015, p. 90)