La prisa nunca es una buena consejera
Lo que tiene que hacer, entonces, es persignarse y ponerse manos a la obra, con mucha atención, pero renunciando a hacer únicamente su propia voluntad.
No te apresures en hacer lo primero que te dicte tu mente, sin meditarlo y sin paciencia. Si el hombre se muestra impaciente y se apresura, no podrá conocer la voluntad de Dios. Por eso, jamás tendrá paz en su interior. Luego, insisto, hay que estar atentos y tener paciencia.
Cada vez que se me ha hecho digno de conocer la voluntad de Dios, ha sido después de un largo y trabajoso período de paciencia. Asimismo, cada vez que la Gracia Divina ha venido a consolarme, ha sido cuando me iba quedando ya justo de fuerzas y paciencia.
Muchas veces el hombre quiere hacer lo que le apetece, y se esmera y espera, y desea que se le diga si lo que hace concuerda con la voluntad divina, pero no recibe ninguna comunicación. Lo que tiene que hacer, entonces, es persignarse y ponerse manos a la obra, con mucha atención, pero renunciando a hacer únicamente su propia voluntad, y clamar: “¡Señor, Tú lo sabes todo, Tú lo conoces todo, no permitas que me pierda!”, para después esperar pacientemente a que se resuelva la situación.
(Traducido de: Monahul Iosif Vatopedinul, Trăiri ale dumnezeiescului har. O epistolă din viața lui Gheron Iosif Isihastul,Ed. Sfântul Nectarie, Arad, 2008, pp. 52-53)