La promesa del cristiano
Prométele a Dios que te dejaras guiar por las enseñanzas de los Santos Padres, evitando cualquier otra enseñanza que no sea certificada por el Espíritu Santo y no sea aceptada por la Santa Iglesia Ortodoxa.
“Con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación” (Romanos 10, 10). Tenemos que dar testimonio de la justicia con la boca y, cuando sea posible, con nuestros mismos actos. La justicia confesada con las palabras y los actos se vuelve real, se convierte en un bien del hombre. Y, porque es esencial, es una garantía de la salvación.
Has llegado a la convicción de que el único medio cierto para salvarnos es la obediencia a las enseñanzas de los Santos Padres, rechazando tajantemente cualquier otra doctrina extraña, incluso del razonamiento propio, en tanto la mente no haya sanado de su enfermedad y no se haga espiritual desde lo carnal. Después de haber reconocido con la mente y el corazón esta justicia, tienes que dar testimonio de ella con tu boca; prométele a Dios que te dejaras guiar por las enseñanzas de los Santos Padres, evitando cualquier otra enseñanza que no sea certificada por el Espíritu Santo y no sea aceptada por la Santa Iglesia Ortodoxa. Después de confesar la justicia de Dios con la boca, hazlo con tus actos: después de hacer aquella promesa, ahora tienes que hacerla realidad.
¡No le temas a la promesa que hiciste! Cada hijo ortodoxo de la Iglesia tiene que hacerla. Es más, debe pedírsele a cada hijo de la Santa Iglesia Ortodoxa por parte de su padre espiritual, al oficiar el Sacramento de la Confesión.
(Traducido de: Sfântul Ignatie Briancianinov, De la întristarea inimii la mângâierea lui Dumnezeu, Editura Sophia, 2012, pp. 167-168)