La protección de los cristianos
La Madre del Señor, con su piedad, con su compasión, ha hecho que la misericordia de Dios descienda sobre aquellas almas que le pedían su auxilio.
En casa de nuestros vecinos, como podemos comprobar con nuestros propios oídos, hay una gran agitación. El esposo discute con la esposa, los hermanos no se aman, se golpean, se juzgan, riñen todo el tiempo... todo es un desorden, reina una completa falta de armonía.
Entonces, viendo tanta convulsión, la pobre mamá, o el papá, o el abuelo, o uno de los hijos, o quienquiera que sea el más devoto en la familia, toma un librito, buscando el Himno Acatisto a la Madre del Señor. Al encontrarlo, se arrodilla en un rinconcito de la habitación, y empieza a orar: “¡Oh, Madre del Señor, haz que haya paz en este hogar! ¡Que mi papá se tranquilice, mi mamá también, mis hermanos, todos...! ¡Danos comprensión, amor y consuelo!”.
Así, en un dos por tres, aquel desasosiego se disipa, al igual que las discusiones y los improperios. La familia entra en una paz profunda. ¿Quién es capaz de cambiar tan radicalmente una situación semejante? La Madre del Señor, con su piedad, con su compasión, ha hecho que la misericordia de Dios descienda sobre aquellas almas que le pedían su auxilio.
(Traducido de: Ne vorbește Părintele Cleopa 8, Ediția a III-a, Ediţie îngrijită de Arhimandrit Ioanichie Bălan, Editura Mănăstirea Sihăstria, Vânători-Neamț, 2010, p. 95)