Palabras de espiritualidad

La relación que debemos cultivar con los santos

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Si encontramos el “botón” de algún santo, empezamos a confiar en que él nos ayudará a resolver todo, introduciéndonos en su vida y entrando él en la nuestra.

Es bueno que los íconos que tenemos en nuestra celda y los santos a quienes invocamos tengan un vínculo con nuestra vida, de manera que cualquier enfermedad, cualquier logro, cualquier recuerdo vivo, cualquier experiencia interior o exterior, espiritual o física, tenga relación con ellos. Si carecemos de esto, al menos anhelémoslo. Se trata de algo muy importante y de mucho provecho. Digamos que llevo el nombre de San Nicodemo. Él no me habla, pero es mi santo. Por eso, tengo su ícono en mi celda e invoco su auxilio constantemente. O leo a San Gregorio el Teólogo, o a San Gregorio Palamás y me impresionan. Leo a San Basilio el Grande y me habla. En consecuencia, oraré constantemente a estos santos en mi celda, y los dejaré que le hablen sin cesar a mi alma.

Luego de invocarlos, colocaré sus íconos de alguna forma especial. Aquí, el santo al que amo más. Allá, el santo que me gusta contemplar con mis ojos físicos y los de mi alma. En el centro, el santo que sé que me concede siempre lo que le pido, de modo que si le pidiera algo en este instante, sé que me lo daría. Si hoy me siento abrumado, si veo que hasta el cielo parece gris, sé, por experiencia, que este santo vendrá a ayudarme. En verdad, si encontramos el “botón” de algún santo, empezamos a confiar en que él nos ayudará a resolver todo, introduciéndonos en su vida y entrando él en la nuestra. Cada santo tiene algo que nos puede dar. Pero, si somos pobres en lo espiritual, tendremos pocos santos a nuestro lado. Puede que haya quien tenga muchos o elija los que quiera. Es suficiente con saber establecer un vínculo con ellos, leyendo y volviendo a leer sus vidas.

(Traducido de: Arhimandrit Emilianos Simonepetritul, Cuvânt despre ascultare şi priveghere, Editura Sfântul Nectarie, pp. 66-67)