La religión y la vida espiritual del hombre
Aquí se describe el fondo más íntimo y auténtico de la religión: el amor y la adoración a Dios, así como la forma más legítima por la cual se expresa la religión: el culto divino y la vida moral.
Para que podamos entender por qué es buena la religión cristiana y por qué debemos vivirla, amarla y defenderla, es importante, en primer lugar, responder a esta pregunta: ¿Qué es la religión?
A lo largo del tiempo, a la religión se le han dado distintas definiciones. La más simple y popular es la siguiente: la religión es un camino al cielo, un medio para encontrarnos y unirnos con Dios. También se le llama “culto divino”, “presencia de Dios en el hombre”, “método de reconciliación para hacernos amigos con Dios”, “temor de Dios”, “aproximación entre el espíritu y el universo”, “amor y adoración a Dios”, “vínculo espiritual, moral, libre y filial del alma con Dios”, “actitud de sumisión del hombre ante Dios”, “práctica metafísica”, “conjunto de las creencias, responsabilidades y prácticas del hombre ante Dios”, “puerto de paz y serenidad para el corazón del hombre”, “suma de las enseñanzas de la fe cristiana”, “síntesis de los más grandes ideales” , “la más antigua y venerable concepción sobre Dios, el mundo, la vida y el hombre”, “fuente de la verdad”, “núcleo de los principios y cimiento de todo estructura moral, cultural, política y social”. Admitiendo todas estas definiciones como buenas y ciertas, nos adherimos a aquella según la cual la religión es la comunión filial del santo amor entre Dios y el hombre, vivido en el interior del corazón y manifestado exteriormente con la fe, el culto, la virtud y las buenas acciones.
Esta definición nos parece la más amplia. En ella se describe el fondo más íntimo y auténtico de la religión: el amor y la adoración a Dios, así como la forma más legítima por la cual se expresa la religión: el culto divino y la vida moral. En una sola fórmula se comprende la parte interna de la religión, su parte subjetiva o religiosidad, el acto espiritual consciente y libre por el cual se manifiesta la comunión de amor entre Creador y criatura, Dios y hombre, y la parte externa de la religión, la parte objetiva, positiva, conformada por los tres elementos constitutivos de cualquier religión: doctrina de fe, norma moral y culto divino. El culto divino, a su vez, implica y condiciona la fe religiosa y también la configuración de la iglesia (como templo), en las cuales se materializa su forma, y la vida moral, encarnada en las virtudes y las buenas acciones, que revela los frutos de la fe como un rebosar práctico del amor y la adoración a Dios.
(Traducido de: Ilarion V. Felea, Religia iubirii, Editura Reîntregirea, Alba-Iulia, 2009, pp. 12-13)