Palabras de espiritualidad

“La Resurrección de Cristo, inicio de la vida eterna para la humanidad” (Carta Pastoral de Su Beatitud Daniel, año 2023)

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

El Día de la Resurrección nos insta a iluminar nuestra vida por medio del perdón y el amor fraternal para con todos nuestros semejantes, para que podamos resucitar con el amor santo desde la esclavitud del egoísmo: «¡Día de la Resurrección! Iluminémomos con esta fiesta y abracémonos con todos. Digamos: ¡Hermanos! también a quienes nos odian; perdonemos todo por la Resurrección. Y exclamemos. “¡Cristo resucitó de entre los muertos, pisoteando la muerte ocn la muerte, y dando vida a los que estaban en el sepulcro!”».

† DANIEL

Por la Gracia de Dios, Arzobispo de Bucarest, Metropolitano de Muntenia y Dobrogea, Lugarteniente del Trono de Cesárea de Capadocia y Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rumana.

Piadosísima comunidad monástica, muy venerable clero y cristianos ortodoxos de la Metropolía de Bucarest.

Gracia, paz y alegría de nuestro Señor Jesucristo, y de parte nuestra, paternales bendiciones.

¡Cristo ha resucitado!

«Celebramos la muerte de la muerte, la devastación del infierno y el comienzo de una nueva vida, eterna» (Canon de la Resurrección, canto VII)

Piadosísimos y muy venerables Padres,

Amados hermanos y hermanas en el Señor, 

La Resurrección de nuestro Señor Jesucristo es la verdad central de la fe cristiana y una luz permanente para la vida de la Iglesia. Por eso, la Santa Pascua es la fiesta más grande de la Ortodoxia, y el domingo, el primer día de la semana, orienta el tiempo de la vida terrenal del cristiano en pos de la vida celestial eterna, según el Credo ortodoxo: “Espero la resurrección de los muertos y la vida del siglo venidero”.

La Resurrección de Cristo es la victoria de Su amor —crucificado en la Cruz— sobre el infierno, sobre el demonio y sobre la muerte, pero también es el comienzo de una vida nueva, la vida eterna en el Reino de los Cielos. En otras palabras, la Resurrección de Cristo no es la reanimación de un cadáver o un volver a la vida biológica terrenal mezclada con el sufrimiento y la muerte. Cristo Resucitado de entre los muertos es totalmente libre ante los determinismos del espacio y el tiempo.

Él atraviesa todas las puertas cerradas cuando se muestra a los discípulos en la noche de Su Resurrección (cf. Juan 20, 19). Viaja con Lucas y Cleofás hacia Emaús como un peregrino desconocido, pero se revela ante ellos al partir el pan y después se hace invisible (cf. Lucas 24, 15-31).

Se muestra una y otra vez ante Sus discípulos (diez veces), durante cuarenta días, hablándoles de los misterios del Reino de los Cielos (cf. Hechos 1, 3), y después asciende gloriosamente a los Cielos (cf. Hechos 1, 9; Lucas 24, 51), para enviarles el Espíritu Santo Consolador (cf. Juan 15, 26).

Aunque ascendido con gloria a los Cielos, Cristo Crucificado y Resucitado de entre los muertos permanece, por la Gracia del Espíritu Santo, presente en misterio junto a los discípulos en Su Iglesia (cf. Mateo, 28, 20). La vida santa de la Iglesia es la vida de Cristo Crucificado y Resucitado, ofrecida a los hombres por medio de los Sacramentos de la Iglesia.

Por ejemplo, el Bautismo es la participación en la muerte y resurrección de Cristo (cf. Romanos 6, 3 y 11). La Santa Eucaristía es la comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo Crucificado y Resucitado, como un anticipo de la vida eterna (cf. Juan 6, 54).

Nuestro Señor Jesucristo, en Su Evangelio, dice que al final de los tiempos tendrá lugar la resurrección de todos los que reposan en el sepulcro: «Llegará la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán Su voz (la voz de Cristo) y saldrán; los que hicieron el bien resucitarán para la vida, y los que hicieron el mal resucitarán para la condenación» (Juan 5, 28-29).

En el juicio final, Cristo Crucificado y Resucitado será el Justo Juez, y el criterio último de juicio será el amor humilde y misericordioso demostrado a los necesitados: los hambrientos, los pobres, los enfermos y los presos (cf. Mateo 25, 31-46; II Corintios 5, 10; I Tesalonicenses 4, 16; II Tesalonicenses 1, 7-10).

La resurrección universal, o resurrección general, no es un fenómeno natural, sino un don exclusivo de Dios, ofrecido a los hombres por medio de Jesucristo. En este sentido, nuestro Señor Jesucristo le dice a Marta de Betania, hermana de Lázaro: «Yo soy la resurrección y la vida. El que crea en Mí, aunque muera, vivirá» (Juan 11, 25).

Aunque muera con el cuerpo, vivirá con el alma. De igual forma, el Santo Apóstol Pablo dice lo siguiente, refiriéndose a la resurrección de todos los hombres: «Y como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo» (I Corintios 15, 22), y «El último enemigo en ser destruido será la muerte» (I Corintios 15, 26).

Amados fieles, 

El Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rumana declaró el año 2023 como Año conmemorativo de los himnógrafos y cantantes eclesiásticos.

La doctrina sobre la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo y sobre la resurrección universal, comprendida en el Nuevo Testamento, fue confesada e interpretada por los Santos Padres de la Iglesia, tanto en sus prédicas y catequesis, como en sus escritos temáticos, reconocidos por su valor teológico y su belleza literaria.

Sobre esta base, renombrados himnógrafos han compuesto cánticos litúrgicos que reflejan la luz, la paz y el júbilo de la Festividad de la Santa Pascua.

Por ejemplo, la victoria de Cristo sobre la muerte y el don que nos ofrece de la vida eterna a todos los hombres, marca el ritmo, como en una marcha triunfal, de todo el período pascual, con el tropario de la Santa Pascua: «¡Cristo resucitó de entre los muertos, pisoteando a la muerte con la muerte, y dando vida a los que estaban en el sepulcro!».

Especialmente, el Canon de la Resurrección, atribuido a San Juan Damasceno, es una auténtica obra maestra teológica y litúrgica de la Ortodoxia universal.

Inspirado en las homilías pascuales de San Gregorio el Teólogo, San Juan Damasceno describe la glorificación del amor humilde y misericordioso de Cristo, así como Su victoria sobre el infierno, el demonio y la muerte, que deviene en fuente de alegría, paz y espernaza, así: «¡Es el Día de la Resurrección! ¡Iluminémonos, pueblos! ¡La Pascua del Señor, la Pascua! Porque de la muerte a la vida y “de la tierra al cielo, Cristo-Dios nos llevó a nosotros, quienes entonamos cantos de victoria”» [1]

La Fiesta de la Santa Pascua, como anticipo de la resurrección general y adelanto de la felicidad eterna, hace de la Iglesia el ícono y la garantía del Reino de los Cielos, del nuevo cielo y la nueva tierra, ataviado con la luz de la Resurrección: «Ahora todo se ha llenado de luz: tanto el cielo como la tierra, y todo lo que está más abajo. Entonces, que toda criatura celebre la Resurrección de Cristo, en el Cual se ha fortalecido» [2].

El cántico de la Iglesia nos presenta la incesante adoración a Dios en los Cielos, por parte de los ángeles, pero también la armonía, la belleza y el regocijo del Paraíso. Así, el irmos del canto V de la Liturgia de la Resurrección nos llama: «Acudamos raudos desde temprano en la mañana y, en vez de mirra, llevémosle al Señor nuestros cánticos, y veremos a Cristo, “el Sol de la Verdad, dando vida a todos”» [3]

La Resurrección de Cristo, como fruto de Su sacrificio y Su paso por el sepulcro, trae luz a la vida, apartándola de la muerte, la oscuridad y la corrupción. Nuestro Señor Jesucristo es comparado, en este texto litúrgico, con un sol, del cual viene la luz para todo el mundo, porque Él alumbra todo.

Y la luz de Cristo brota precisamente de Su Sepulcro, desvaneciendo así la oscuridad de la muerte, para ofrecernos a todos la luz de la vida, simbolizada por las candelas encendidas.

La primera parte de este irmos está inspirada en las palabras del profeta Isaías: «Con toda mi alma te anhelo en la noche, y con todo mi espíritu por la mañana te busco. Porque cuando Tú juzgas a la tierra, aprenden justicia los habitantes del mundo» (Isaías 26, 9).

Ese mismo amoroso fervor por Dios lo expresa el salmista David, cuando dice: «Oh Dios, Tú eres mi Dios; desde el amanecer ya te estoy buscando, mi alma tiene sed de Ti, en pos de Ti mi ser entero desfallece cual tierra de secano árida y falta de agua». (Salmos 62, 1-3). Así pues, todas las palabras y toda la vida de Cristo son luz, pero de una forma aparte resplandecen, como una luz, el final de Su vida terrenal y Su Resurrección de entre los muertos.

La Resurrección de nuestro Señor Jesucristo dirige toda la vida cristiana a la resurrección y al Reino de los Cielos.

Debido a que cada semana empieza en el calendario con el Día de la Resurrecciónn o el Día del Señor, el domingo, toda la vida cristiana es un tiempo de preparación para la resurrección universal y para la alegría de la vida eterna en el amor de Cristo y de la Santísima Trinidad: «Este elegido y santo día, el primero de la semana, rey y señor, banquete de los banquetes es “y fiesta de las fiestas, en el cual bendecimos a Cristo por los siglos de los siglos”» [4].

Interpretando el primer himno de la Pascua, el padre Dumitru Stăniloae nos enseña que la Pascua es celebrada en la Ortodoxia como un paso, en el sentido de transcendencia de la creación en vida y alegría de Cristo Resucitado: «Ese trascender que la Iglesia llama “Pascua” es vivido con un gozo inenarrable, con una alegría de niños inocentes y bulliciosos. La Iglesia expresa esa trascendencia con una serie de atributos que quisiera que fueran infinitos, porque son imposibles de abarcar y describir, y con los cuales intenta manifestar el inefable estado, totalmente nuevo, en el cual nuestro ser es transformado: “Las santas Pascuas se nos revelan hoy. Las Pascuas nuevas y santas. las Pascuas en misterio, las venerables Pascuas, las Pascuas de Cristo el Liberador; las Pascuas sin mancha, las grandes Pascuas, las Pascuas de los fieles, las Pascuas que nos abrieron las puertas del Paraíso, las pascuas que santifican a todos los fieles”» [5].

La Santa Pascua es precedida por un período de ayuno y contrición, de oración intensa a Dios, de caridad y reconciliación con nuestros semejantes.

Por eso, el Día de la Resurrección nos insta a iluminar nuestra vida por medio del perdón y el amor fraternal para con todos nuestros semejantes, para que podamos resucitar con el amor santo desde la esclavitud del egoísmo: «¡Día de la Resurrección! Iluminémomos con esta fiesta y abracémonos con todos. Digamos: ¡Hermanos! también a quienes nos odian; perdonemos todo por la Resurrección. Y exclamemos. “¡Cristo resucitó de entre los muertos, pisoteando la muerte ocn la muerte, y dando vida a los que estaban en el sepulcro!”» [6].

Los troparios del domingo, en cada uno de sus tonos, referentes a la Resurrección de Cristo, contienen una profunda teología y una belleza litúrgica llena de luz para el alma.

Como eco de la belleza litúrgica pascual y de la alegría de la Fiesta de la Santa Pascua, la poesía “En la Pascua” (La Paşti), escrita por George Coşbuc, describe la atmósfera de esta fiesta en la provincia rumana:

Gorjeo y canto hay en la arboleda,

El sol pinta de rojo el firmamento,

y los sauces se visten de blanco ornamento

En cielos y tierra solo paz queda.

La primavera y su tibia respiración

Han traído los días de la Resurreción.

¡Y cuánta belleza envuelve a cada poblado!

En silencio, los cristianos vienen del valle

Y si dos se encuentran en la calle

Se dicen: “¡Cristo ha resucitado!”

Y solemnes son los festejos reflejados

En sus rostros por el sol quemados.

Y un viento sin apenas recelo

Sutiles palabras murmura:

Es la voz que viene de la sepultura,

¡Es el rumor que deja su vuelo!

Y los árboles con respeto se ladean,

Cuando el Espíritu Santo sobre ellos aletea.

Todo es quietud. Y, desde el altar,

De un himno se repiten los versos

Atravesando llanuras, valles diversos

Mientras las campanas repican sin cesar,

¡Oh, Señor! ¡Si las oyeras en derredor

Cómo ríen de gozo y se lamentan de dolor!

Cuesta arriba, una iglesia pequeña,

Llena está de luz radiante,

Porque el mundo entero, rebosante

Está del juicio que el mismo Cielo enseña:

Nuestros actos dictan nuestra suerte

Y la vida es todo, no la muerte.

La ladera se asciende con trabajo

Jóvenes esposas y doncellas también,


Alguno que otro anciano de blanca sien.

Y, poco a poco, mucho más abajo,

Sube renqueando una viejecita,

Llevando de la mano a su nietecita.

¡Oh, hoy de nuevo en ti he pensado

Madre que a niños pequeños crías!

¡Yo sé bien que en estos días

Lloras triste por tu hijo añorado!

Pero hoy el Cielo nos sonríe con flores

¡Es la Pascua! ¡Mamá, no llores!

Cristianos ortodoxos, 

La luz, la paz y el regocijo de la Santa Pascua nos exhorta a demostrar a nuestro alrededor, con palabras bellas y buenas acciones, esa luz, esa paz y esa alegría. Así, llevemos alegría a donde hay tristeza y sufrimiento, pobreza y soledad. Demostremos nuestro afecto y cuidado a los niños huérfanos, a los ancianos que viven solos, a los enfermos y los refugiados, a las familias que sufren o están de duelo.

Demostremos nuestro amor fraterno también a nuestros connacionales que viven en el extranjero.

Con motivo de la Santa Fiesta de la Pascua, para todos y cada uno de Ustedes, nuestros votos por su salud y felicidad, su paz y alegría, junto con el saludo pascual:

– ¡Cristo ha resucitado!

– ¡En verdad ha resucitado! 

Orando a nuestro Señor Jesucristo por Ustedes,

† Daniel

Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rumana

 

Notas

1. Canon de la Resurrección, en Slujba Învierii, Ed. Institutului Biblic şi de Misiune Ortodoxă, Bucureşti, 2010, p. 38.

2. Canon de la Resurrección, p. 39.

3. Canon de la Resurrección, p. 42.

4. Canon de la Resurrección, p. 50.

5. Padre Dumitru STĂNILOAE, „Paştile – sărbătoarea luminii şi a bucuriei în Ortodoxie” [La Pascua, celebración de la luz y la alegría en la Ortodoxia], în: Studii Teologice, XXVII (1975), 5-6, pp. 351-358.

6. GloriaAhora y siempre… en los Versos Pascuales, en Slujba Învierii, p. 56.