Palabras de espiritualidad

La severidad y la indulgencia en la labor del padre espiritual

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El padre espiritual tiene la potestad de prescribir un máximo, si considera que el individuo necesita un “tratamiento” más severo para corregirse, o un mínimo, absolviéndolo por completo en su segundo encuentro.

Hay padres espirituales que son como una verdadera escuela. Y esto no es una cosa reciente, sino algo que proviene desde los primeros siglos del cristianismo. Es decir que hay una cierta visión, quizás más severa, del padre espiritual sobre determinados aspectos, y otra un poco más indulgente. Pensemos en San Basilio el Grande, quien era muy severo consigo mismo y también con sus penitentes. En determinados casos imponía un riguroso canon que incluía el veto a recibir la Santa Comunión por períodos muy prolongados. Después vino San Juan el Ayunador, quien de alguna forma suavizó los cánones de San Basilio el Grande, reduciendo el tiempo en el cual estaba vetado comulgar. En cambio, lo que él recomendaba era ayunar más, para compensar lo anterior.

En la actualidad tenemos a nuestros grandes padres espirituales, de los cuales algunos son más severos, y otros más flexibles, pero sin llegar a ninguna clase de extremismo. El padre espiritual te da un canon que debes ejecutar, porque, si no lo realizas, caes en pecado. Lo importante es cómo vuelves después de encontrarte con tu confesor. Pero, insisto, no estamos hablando de ninguna clase de extremismo. El confesor tiene la libertad de aplicar los cánones como un juez.

Los cánones no son excesivamente rígidos y, en función de cada persona y de su nivel de contrición, el padre espiritual tiene la potestad de prescribir un máximo, si considera que el individuo necesita un “tratamiento” más severo para corregirse, o un mínimo, absolviéndolo por completo en su segundo encuentro. Si el penitente está decidido a enmendarse, el sacerdote viene como con un paño y, con el don de Dios, borra lo que está escrito en la “pizarra” del alma del individuo.

(Traducido de: Mitropolitul Bartolomeu Anania, Rugăciunea izvor de putere în încercările vieții, Editura Doxologia, Iaşi, p. 76)