Cuando era estudiante universitario, tuve la oportunidad de visitar algunas veces el Monte Athos, y ahí conocí hombres santos que vivían de acuerdo a la tradición ortodoxa. Pude distinguir con claridad la diferencia entre la vida ajustada a la doctrina de nuestra Iglesia, y la vida que conocí en otros círculos religiosos. Al mismo tiempo, con la ayuda de mis profesores de la facultad, empecé a estudiar los textos patrísticos. Asimismo, en colaboración con algunos de mis compañeros de aulas, me dediqué al análisis de los manuscritos de los santos monasterios de Athos. Esta actividad —el estudio de los textos patrísticos en el contexto de vida de los deificados padres athonitas— me abrió nuevas vías de comunicación con la vida de la Iglesia. Empecé a pensar de forma diferente. Y algo que me ayudó mucho fue precisamente el estudio de los escritos de San Gregorio Palamás.

Creo que San Gregorio Palamás es uno de los Padres que más podría servirles a los cristianos de hoy. Su teología, que es la de la Iglesia, es reveladora. Desde entonces, pude conocer a otros hombres athonitas con vida santificada, pero también a otros más que, aunque no pertenecían al Santo Monte, eran athonitas con su corazón y su forma de vivir. Así fue como llegué a la conclusión de que la Ortodoxia no puede ser una filosofía o una escuela seca, sino un método de sanación. La Ortodoxia sana al hombre. Ciertamente, la teología ortodoxa armoniza más con la medicina que con la filosofía.

(Traducido de: Mitropolitul Hierotheos Vlachos, Boala și tămăduirea sufletului în tradiția ortodoxă, Editura Sofia, p. 22)