Palabras de espiritualidad

La única forma de entrar a la felicidad eterna

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Con la fe viva en esta verdad, el cristiano no solo deja de temerle a la muerte, sino que incluso sale a su encuentro con gozo, cuando la siente venir.

El hombre que tenga la conciencia limpia podrá atravesar en paz el portal a la eternidad: la muerte del cuerpo. Y, además, podrá repetir tranquilamente, con el justo Simeón: “Ahora, Señor, puedes dejar morir en paz a Tu siervo, porque Tu promesa se ha cumplido” (Lucas 2, 29).

Pero ¿en verdad hay alguien cuya conciencia esté completamente en paz? Sí, la de aquel que se ha esmerado en vivir de una forma realmente cristiana, siendo obediente a la Iglesia, habiéndose reconciliado con Dios y con sus semejantes, habiéndose preparado para la muerte con el Sacramento de la Contrición —que nos libra del peso de los pecados que recarga nuestra coneiencia—, y habiendo recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo con el Sacramento de la Comunión.

Con la fe viva en esta verdad, el cristiano no solo deja de temerle a la muerte, sino que incluso sale a su encuentro con gozo, cuando la siente venir. Esta fe viva en la existencia después de la muerte, es decir, en la vida eterna y feliz, es lo que inspiró a multitudes de mártires en los primeros años del cristianismo, llenándolos del convencimiento de que la muerte es, de hecho, un suceso feliz, a pesar de los tormentos que sufrían.

(Traducido de: Arhimandritul Chiril Pavlov, Lauda Maicii Domnului, Editura Egumenița, Galați, 2012, p. 19)