Palabras de espiritualidad

La verdadera naturaleza de la tristeza y la lucha por su reverso, la alegría

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Si hay algo por lo que tendrías que entristecerte, es justamente por haber pecado, porque el pecado encierra todas las causas de la tristeza.

Archimandria Emiliano de Simonos Petra La alegría, disipación de la tristeza

La alegría es algo inusual, sí, pero esto no significa que también sea algo extraordinario. Es algo normal, como el simple hecho de poder ver. Bueno, un ciego podría decirme: «¡No te creo! ¿Puedes ver?». Del mismo modo, cuando te sientes feliz, muchos te miran con asombro y te preguntan: «¿En verdad estás contento?».  Y es que todos nos hemos acostumbrado a vivir en un estado de infelicidad, de mentiras, de pecado, de infierno de la conciencia humana, contradiciendo a Dios día sí y día también. Pero la alegría no tiene por qué ser una novedad. Es, en verdad, un elemento que ayuda mucho en la vida espiritual.

Veamos qué tienen que decirnos los Padres de la Iglesia sobre la alegría, empezando con San Atanasio el Grande, quien, en su obra Sobre la castidad, escrita especialmente para las vírgenes, dice: «No te entristezcas por lo terrible que te suceda, ni sufras por el perjuicio recibido, “porque la tristeza de este mundo trae la muerte”» [1]. Asimismo, San Atanasio nos exhorta a no sufrir por el mal o el perjuicio recibido en esta vida. Igualmente, si nos toca enfrentar el sufrimiento, o si alguien nos trata de forma desagradable, con eogísmo, con insultos o desprecios, no tenemos que entristecernos. Porque cualquier motivo de tristeza en este mundo trae la muerte. Cualquier tristeza, por cualquier razón, es un auténtico “laboratorio de la muerte”. Entonces, nos preguntamos: ¿por qué sí tendríamos que entristecernos? San Atanasio dice: «entristécete solamente por tus propios pecados» [2]. Lo mismo dice San Juan Crisóstomo: «Un solo perjuicio y un solo mal hay en el mundo: el pecado» [3]. Si hay algo por lo que tendrías que entristecerte, es justamente por haber pecado, porque el pecado encierra todas las causas de la tristeza.

Sin embargo, ese «no te entristezcas» no se refiere en sí al hecho de haber pecado, sino a la necesidad de la contrición. Porque el pesar, el remordimiento y la congoja que nos causa el pecado no constituyen una tristeza dirigida a Dios, sino que son parte de la tristeza del mundo [4]. Es el reflejo de una concepción individualista de la vida, del alejamiento de la voluntad de Dios, algo verdaderamente triste. Pero no de eso estamos hablando en este punto. En consecuencia, cada palabra por la que sientas tristeza es vista como algo que te atrae y te separa del camino hacia Dios.

Veamos qué dice Santa Sinclética: «al comienzo, grandes son la lucha y el trabajo de quienes buscan a Dios, pero después su alegría es indescriptible» [5]. Cuando alguien se acerca a Dios por primera vez, dice la santa, debe esforzarse mucho y luchar denodadamente, viéndose dominado por una “indescriptible alegría”. Lo único que puede probar que pertenecemos a la legión de los más solitarios [6] es, justamente, ese inefable gozo.

La alegría es la característica del monje y solamente por medio de ella podrá «encender el fuego divino, con lágrimas y dolor» [7] sigue diciendo Santa Sinclética. Y solamente cuando tienes esta «indescriptible alegría» puedes mover tu corazón y hacer que en su interior se encienda el fuego del amor a Dios, «con lágrimas y dolor». Esto constituye, ante todo, un carisma de Dios, y no una tristeza humana. El «fuego con lágrimas», un estado de dolor y compunción, que en realidad es un fervor divino, le otorga la dulzura más grande al hombre que se regocija. Cuando estás triste, cuando sufres, cuando te sientes angustaido, creas un estado enfermizo en tu alma y en ningún momento te propones vivir el amor divino. Si persistes en ello, seguirás siendo un ser que sufre. Y te mantendrás en un estado totalmente distinto al del hombre espiritual.     

(Traducido de: Arhimandritul Emilianos Simonopetritul, Despre viață, Cuvânt despre nădejde, Indiktos, Atena, 2005)

 

[1] Despre feciorie [Sobre la castidad⁆, 22, Patrología Griega 28, 277B.

[2] Despre feciorie [Sobre la castidad⁆, 22, Patrología Griega 28, 277B.

[3] Cuvânt la Kalende [Sobre la calenda⁆, 2, Patrología Griega 48, 955.

[4] II Corintios 7, 10.

[5] Apophtegmata Geronton, ale ammei Sinklitikia [Apotegmas de la madre Sinclética⁆, 1, Patrología Griega 65, 421A.

[6] Es decir, los monjes, los ascetas.

[7] Op.cit., Patrología Griega 65, 421B.