Palabras de espiritualidad

La vergüenza al confersarnos

  • Foto: Oana Nechifor

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¿Para qué permite Dios que las tentaciones vengan sobre nosotros? ¡Para que el maligno se avergüence al ser vencido y así nosotros recibamos nuestra corona y la recompensa eterna! El hombre es un ser más débil que el maligno y no puede vencerlo solo, porque éste último es demasiado astuto. Sólo pidiendo la ayuda de Dios, de la Madre de Dios y de todos los santos, lo puede conseguir.

Una lucha enorme libra el maligno para impedirte que te confieses como es debido.

Esto lo hace de dos formas. Uno, invitándote a hacer una confesión sin la preparación debida para ello, una confesión con indiferencia, en la que se olvidan muchos pecados (que se quedan sin perdonar); ésto es la felicidad del maligno. Luego, con otro susurro, el de la vergüenza, te dice: “Tú, una persona con buena reputación, considerado por todos un hombre honesto y correcto, te deshonraste con tales actos...” O, “Tú, una persona con solvencia económica, llegaste a robar... ¿Qué va a decir el sacerdote cuando se lo digas? ¡Déjalo por esta vez, y cuando puedas, mejor cuéntaselo a otro sacerdote, uno que no te conozca!”

Es importante que sepas que ese espíritu astuto va a estar presente en el día del Juicio Final y mostrará todos tus pecados, así como el lugar, el tiempo y todas las circunstancias en que los cometiste. Y nos acusará frente al Juez Justo, diciendo: “¡Oh, Juez, ya que éstos con alegría ejecutaron mi voluntad, míos son!”

¿Para qué permite Dios que las tentaciones vengan sobre nosotros? ¡Para que el maligno se avergüence al ser vencido y así nosotros recibamos nuestra corona y la recompensa eterna! El hombre es un ser más débil que el maligno y no puede vencerlo solo, porque éste último es demasiado astuto. Sólo pidiendo la ayuda de Dios, de la Madre de Dios y de todos los santos, lo puede conseguir.

El Santo Apóstol Pablo nos certifica que, fortaleciéndonos con el poder de Dios y vistiéndonos con todas Sus armas, podremos resistir en contra de las argucias del enemigo (Efesios 6, 10-11).

(Traducido de: Arhim. Serafim Man, Crâmpeie de propovăduire din amvonul Rohiei, Editura Episcopiei Ortodoxe Române a Maramureşului şi Sătmarului, 1996, p. 146)



 

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