Al cristiano debe caracterizarle su verticalidad de pensamiento, actos y palabras. El Señor condena el comportamiento duplicitario, demostrando que el hombre no puede servir a dos señores al mismo tiempo. Así, la mentira, el fariseísmo y la hipocresía constituyen causas de escisión interior, fuentes de conflictos espirituales. En la vida espiritual tiene que haber una continuidad entre el pensamiento, las palabras y los actos, y una altísima orientación moral, axiológica, de todo eso. El verdadero cristiano lucha para obtener un estilo de pensamiento hermoso, constructivo espiritualmente, fuente de buenas acciones y de palabras agradables. Justamente esto es lo que quiere subrayar el Señor, cuando dice: «Que vuestro “sí” sea “sí”, y lo que sea “no”, no”: que lo que pasa de aquí viene del maligno» (Mateo 5, 37). El cristiano tiene que buscar cómo apartar de sus pensamientos todo lo que sea malo y pecador, y sus palabras tienen que ser edificantes para el alma, espirituales.

(Traducido de: Pr. prof. dr. Ioan C. Teşu, Patima desfrânării şi lupta împotriva ei, Editura Credinţa strămoşească, pp. 95-96)