La vida del monje
El trabajo del monje consiste en adentrarse en el amor de Dios, en la Iglesia, en Cristo, en la Santísima Trinidad. Se une con Cristo, y su corazón salta, llenándose de la Gracia. Cristo es su alegría, es su hálito vital, es su esperanza, su amor.
La vida monacal es una vida abnegada. El monje debe endulzarse con la oración y sentirse atraído por el amor divino. Si no se endulza con la oración, no puede ser monje. Si no siente esa dulzura, es que no puede seguir en el monasterio.
Pero lo que lo mantiene en el monasterio, además de la oración, es el trabajo manual. El trabajo no impide la oración; al contrario, la fortalece y la hace mejor. Es un problema de amor. El trabajo también puede asemejarse a orar o hacer postraciones. El trabajo es una bendición. Por eso es que vemos que Cristo llama a Sus discípulos justo cuando estaban trabajando, pescando o cuidando de sus ovejas.
El trabajo del monje consiste en adentrarse en el amor de Dios, en la Iglesia, en Cristo, en la Santísima Trinidad. Se une con Cristo, y su corazón salta, llenándose de la Gracia. Cristo es su alegría, es su hálito vital, es su esperanza, su amor. ¡No hace falta decir más! Con la Gracia de Dios, cuando estuve en el Santo Monte… ¡qué vida, qué amor, qué fervor, qué ardor, qué obediencia, qué oración! ¡Cómo convivíamos todos, con sonrisas, con amor! ¡Qué forma de vida tan excelsa!
(Traducido de: Ne vorbește părintele Porfirie – Viața și cuvintele, Traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Egumenița, 2003, pp. 266-267)