La vida en virtud del padre Visarión del Monte Athos
Las tentaciones no provienen de los hombres, sino del maligno. Sin embargo, nunca olvides que los demás son nuestros mentores. Sin ellos, ni siquiera podríamos aspirar a alcanzar las virtudes.
El padre Visarión nació en 1809. En 1834 llegó al Santo Monte Athos, junto a su hermano natural (posteriormente su padre espiritual, el padre Zósimo), quien se quedó en Katanukia. De allí se dirigió al Monasterio Dionisiou, en donde luego de tres años fue tonsurado como monje. En ese lugar permaneció durante 20 años y, después, siguiendo el ejemplo de su hermano, se retiró a vivir en diferentes cuevas.
Una vez quiso quedarse en una caverna húmeda, abovedada, y cavó una zanja en el suelo para juntar el agua que bajaba de lo alto del monte. Dicha cueva se halla en lo alto de Katanukia.
Cuando los demás monjes de la Lavra se enteraron de que el padre quería quedarse en aquel lugar, hicieron todo lo posible para hacerle cambiar de opinión, incluso argumentando que los animales dejarían de acercarse a beber el agua de aquel canalillo, porque le temen a la presencia de los humanos. Así, el padre decidió dejar el lugar y se fue a vivir cerca del Monasterio Xenofontos; después, a la ermita Santa Ana, y más adelante, a la Nueva Skete (o ermita), en una zona escarpada, lugar en donde construyó una pequeña choza.
El padre Visarión, de origen arumano, era de complexión robusa y su única vestimenta consistía en una una skufia grande cubierta por el epanokamelavkion, un hábito corto y deshilachado, y una chaqueta ya casi sin botones, muy vieja, y que nunca se quitaba, ni siquiera en verano.
Su choza era muy pequeña. Como manualidad practicaba la costura, pero no siempre tenía tiempo para ella. Su ocupación principal era el estudio y la “oración del corazón”. Conocía muy bien la Santa Escritura y los textos de los Santos Padres.
Unos monjes rusos, viniendo a visitarle un día en el año de 1871, le pidieron que hirviera un poco de agua para hacer té, pero vieron que, fuera de una pequeña jarrilla, el padre no tenía ningún otro utensilio. ¡Pero había que ver con qué entusiasmo hablaba, aunque su gruesa voz resonaba con fuerza aún cuando intentaba pronunciar las palabras con suavidad! Así, en ese tono de alegría, les dijo lo siguiente:
—La “oración con la mente” se pueda aprender también en el monasterio. De hecho, esto es obligatorio, pero se necesita de un guía experimentado y de nuestro propio esfuerzo, es decir, del denuedo voluntario, sin abandonar también los trabajos “prácticos”, como el ayuno, la asistencia a la iglesia y todo lo demás. Pero, en todo esto debemos poner una especial atención.
Antiguamente, el Monasterio Dionisiou superaba a todos los demás monasterios. Vivían allí muchísimos ascetas; seguramente, a día de hoy los sigue habiendo, pero no tantos y no de aquella calidad. Tristemente, en algún momento el orden fue cambiando, porque se perdió la paz entre los monjes. Actualmente, el Monasterio de San Pandeleimonos está sobre todos los demás, gracias a las disposiciones del higúmeno Gerásimo y el padre Jerónimo. Por eso, a todos los monjes les recomiendo que sepan guardar lo que tienen, y Cristo, con todos los ángeles, estará con ellos. Cristo sigue con nosotros, pero, para que no se aparte, hay que estar muy atentos.
La comunidad del monasterio debe vivir en paz y armonía. De lo contrario, todo se perderá, tal como ha ocurrido muchas veces con los grandes monasterios. Cuando derramamos sobre el suelo el agua que hay en una copa, es imposible volverla a verter en dicho recipiente; lo mismo ocurre con las comunidades moásticas en las que surgen malentendidos y turbaciones. Tomemos el ejemplo de la familia, la sociedad, el Estado. Un Estado fuerte es ese en el cual los ciudadanos piensan armónicamente y trabajan con el mismo celo, compartiendo también el beneficio personal. Cuando no existe esa unidad, tampoco el Estado puede subsistir. ¿Por qué los otros monasterios se debilitaron y empobrecieron? Porque se fue perdiendo la armonía interna. Por eso es que cambian una y otra vez de higúmeno.
Quien conserva en su corazón el dolor por Dios, ese tiene una prerrogativa ante el Señor y su alma se alegra, en tanto que aquel que cae en la dejadez no tiene paz en el alma, sino solamente un simple contento carnal.
El padre agregó:
—En el Rossikón se practica mucho la caridad y el auxilio a los pobres. Eso está muy bien. Sin embargo, no es bueno que esa caridad se practique a la vista de todos, porque muchos ascetas, cuando se enteran de esto, vienen a recibir también ellos, perdiendo toda su paz. La caridad debe practicarse en secreto y sólo después de analizar las situaciones que la imponen. El Señor nos dio un mandamiento... ¡y qué mandamiento tan sencillo! “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo” (Mateo 25,34). Esto, la caridad, será lo primero mencionado en Su Segunda Venida.
Un día le pregunté si las tentaciones vienen de los demás o del demonio.
—No de los hombres, sino del maligno. Sin embargo, nunca olvides que los demás son nuestros mentores. Sin ellos, ni siquiera podríamos aspirar a alcanzar las virtudes.
El anciano Visarión partió a los brazos del Señor en el año de 1884.
(Traducido de: Antonie Ieromonahul, Cuvioşi Părinţi Athoniţi ai veacului al nouăsprezecelea, Sfânta Mănăstire Nera, Editura Christiana)