Palabras de espiritualidad

La vida y el propósito del cristiano

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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Aquellos que sean incapaces de creer en la Divinidad de Cristo, no encontrarán su propia deificación.

Vivir como un cristiano es imposible; “cristianamente” solamente se puede morir, pero de una muerte terrenal. Sin embargo, tampoco esto es algo fácil o sencillo: es una “puerta estrecha”, un “camino angosto” que lleva a la vida, pero pocos son los que lo encuentran (Mateo 7, 13-14). La Buena Nueva de Cristo supera en mucho todo lo que conoce el mundo. ¿Cómo sanar esa enfermedad tan terrible, con la cual el enemigo infectó al hombre desde su aparición en el mundo? (Génesis 3,1-6).

¿Con qué medios se puede dar a conocer que este Hombre común en su nivel más elevado —Jesucristo de los Evangelios— es verdaderamente Dios eterno, Creador de todo lo que existe, y Quien se le reveló a Moisés, llamándose “Yo Soy”? ¿Quién de entre los cuerdos aceptaría la “locura” de afirmar que aquel hombre que murió en la cruz, con un bandido a cada uno de sus costados, es Dios?

¿Pero qué más podríamos decir? Que aquellos que sean incapaces de creer en la Divinidad de Cristo no encontrarán su propia deificación. Los únicos capaces de creer en esto son los niños, que son puros de corazón, o esos que, a pesar de reconocer con amargura sus caídas y su nimiedad, llevan en el alma la intuición del parentesco con Dios. Ciertamente, creen en Cristo aquellos que creen en su propia deificación. La fe o la falta de fe dependen del concepto, excelso o denigrante, que tengamos del hombre. Para el creyente, la muerte de Cristo en la cruz, y la forma y el propósito con el que fue crucificado constituyen el más poderoso testimonio a Su favor.

(Traducido de: Arhimandrit Sofronie Saharov, Fericirea de a cunoaște calea, Editura Pelerinul, p. 141)