Palabras de espiritualidad

La virtud de la paciencia, fundamental para el cristiano

  • Foto: Bogdan Zamfirescu

    Foto: Bogdan Zamfirescu

Solamente nuestro Señor Jesucristo nos enseña la verdadera virtud de la paciencia, basada, no en el egoísmo ni el orgullo, mucho menos en el desprecio al otro, sino en la humildad.

Siempre ha habido (y todavía los hay) personas que soportan las ofensas, porque, en su vanidad, consideran vergonzoso descender al nivel de quienes se atrevieron a insultarlas. Eso mismo le sucedió a un filósofo pagano. Cuando caminaba en compañía de su discípulo por las calles de Atenas, inesperadamente fue insultado por un hombre inculto que pasaba por ahí. El discípulo sintió que se quemaba por dentro de tanta idignación, viendo a su mentor insultado de tal forma. Este último, sin embargo, siguió su camino, impasible. Admirado, el discípulo le pidió que le explicara por qué los insultos de aquella persona no le afectaban. Y el filósofo respondió: “Si un día, caminando por la calle, se te acerca una vaca y te roza con el peso que lleva a lomos, ¿te sentirías ofendido?”.

Con esas soberbias “virtudes” educaban, muy a menudo, los mejores filósofos a sus discípulos. Sin embargo, sus enseñanzas sobre las virtudes no llevaban a nadie al crecimiento y a la integridad moral. Solamente nuestro Señor Jesucristo nos enseña la verdadera virtud de la paciencia, basada, no en el egoísmo ni el orgullo, mucho menos en el desprecio al otro, sino en la humildad. El Señor no desconsidera a nadie. Incluso los menos importantes son “los hermanos menores” de Cristo (Mateo 25, 40). Y fue por ellos que Dios-Hombre derramó Su preciosísima sangre (Romanos 14, 15).

(Traducido de: Arhimandritul Serafim AlexievRăbdarea. Tâlcuire la Rugăciunea Sfântului Efrem Sirul, Editura Sophia, București, 2007, pp. 11-12)