Palabras de espiritualidad

La virtud de la pobreza y el edificio de nuestra salvación

  • Foto: Doxologia

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El Señor nos dice que, para construir nuestro hogar celestial, no necesitamos invertir ninguna riqueza material, sino que, al contrario, tenemos que hacernos pobres de espíritu, es decir, entender que nada nos pertenece (I Corintios 4, 7).

Los cimientos son la parte más importante al empezar a construir una casa. Los constructores de los grandes edificios utilizan los materiales más caros —mucho hierro y cemento— al fundir los cimientos de la obra, precisamente para que sean resistentes y capaces de soportar todo el peso del inmueble.

Pero Jesús nos habla de un cimiento especial para la construcción de la casa de nuestra salvación: no se trata de costosos materiales terrenales, sino de la virtud de la pobreza de espíritu. Los hombres se afanan en acumular bienes mteriales, para poder, finalmente, construir su propia casa terrenal. Pero viene el Señor y nos dice que, para construir nuestro hogar celestial, no necesitamos invertir ninguna riqueza material, sino que, al contrario, tenemos que hacernos pobres de espíritu, es decir, entender que nada nos pertenece (I Corintios 4, 7). El hombre puede librarse del peso de la culpabilidad de no haber logrado construir su propia casa en este mundo, argumentando que toda su vida ha sido pobre. Sin embargo, ¿cómo podrá justificarse aquel que no haya construido la casa eterna de su salvación, misma que, justamente con la pobreza —y no con la riqueza— se construye? Si bien no cada individuo consigue hacerse rico, cualquiera puede hacerse pobre, solamente tiene que quererlo.

(Traducido de: Arhimandritul Serafim AlexievSmerenia. Tâlcuire la Rugăciunea Sfântului Efrem Sirul, Editura Sophia, București, 2007, pp. 12-13)