La voz que desde dentro nos habla de Dios
Alguien dijo: “Si Dios no existiera, habría que inventarlo”. ¡Pero, no nos preocupemos, porque Él existe!
La historia de la humanidad nos demuestra que la idea y la fe en Dios es universal para todos los pueblos, primitivos, antiguos y modernos. Todos los pueblos levantaron altares y santuarios en honor a Dios, todos le presentaron sacrificios, dirigiéndole distintas plegarias. Dice Plutarco: “En el mundo hallaréis ciudades sin gobernante, poblados sin murallas, hombres sin hogar, gente sin conocimientos… ¡pero jamás encontraréis un pueblo sin fe en Dios y ciudades sin templos para sacrificios y oraciones!”.
Han existido y existen individuos ateos, pero no hay un solo pueblo sin religión, ateo. ¡La humanidad jamás ha vivido sin religión!
Luego, desde la universalidad de la fe en Dios se puede confirmar Su existencia. Creer, como dicen los ateos, que los sacerdotes inventaron la religión, es como decir que los médicos crearon la enfermedad, o el pastor el rebaño de ovejas, o el profesor a los alumnos, etc.
En nuestro ser hay un justo juez llamado sentido de la conciencia moral, que tiene el rol de diferenciar el bien del mal. Nos preguntamos: ¿quién puso estas leyes en el alma del hombre? El Santo Apóstol Pablo dice: “Cuando los paganos, que no tienen ley, cumplen naturalmente lo que manda la Ley, están escribiendo ellos mismos esa ley que no tienen” (Romanos 2, 14). La Ley no puede partir sino de un Soberano que recompensa el bien y castiga el mal. La conciencia es la voz de Dios en nuestro ser. Del mismo modo en que observamos que existe y funciona la conciencia y no la podemos negar, aunque no la veamos, así también no podemos negar que haya un legislador supremo al cual llamamos Dios. La voz de la conciencia puede ser ahogada, pero jamás destruida. Los hombres religiosos, en su relación con quienes no creen, nos llevan a la benefactora conclusión del sentido religioso. Alguien dijo: “Si Dios no existiera, habría que inventarlo”. ¡Pero, no nos preocupemos, porque Él existe!
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Man, Crâmpeie de propovăduire din amvonul Rohiei, Editura Episcopiei Ortodoxe Române a Maramureșului și Sătmarului, 1996, pp. 8-9)