El matrimonio que no ha sido bendecido carece de protección. Sin la protección de la gracia de Dios, la morada familiar es vulnerable ante las dañinas influencias exteriores, así como frente a las degradaciones interiores. Los corazones de los esposos que no son protegidos por la gracia, fácilmente son atacados por las acciones del maligno: celos enfermizos, enojos, ira, depresión, aburrimiento... sentimientos que destruyen el amor. La parte más seria del bienaventurado matrimonio —esa de amarse recíprocamente, de los años mozos hasta la vejez, en pureza y en belleza— es posible sólo en el seno del todopoderoso amor de Dios.

(Traducido de: Cum să ne întemeiem o familie ortodoxă: 250 de sfaturi înţelepte pentru soţ şi soţie de la sfinţi şi mari duhovnici, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, Bucureşti, 2011, p. 23)